La contradicción es, con frecuencia, inherente a la creatividad. Hay almas demasiado polifacéticas como para poder expresarse sin grandes dificultades a través del limitado instrumento del que aquí disponen: el cerebro humano, fruto en gran medida de los bárbaros caminos darwinianos. © Antón Rodicio 2024
miércoles, 27 de marzo de 2024
martes, 12 de octubre de 2021
El mil cien aniversario del monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil
Hoy, 12 de octubre de 2021, se cumplen mil cien años de la fundación (o quizá mejor, refundación) del monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil, en mi tierra natal.
En efecto, el 12 de octubre de 921, acudió al rey Ordoño II de Galicia y León –que a la sazón se encontraba en el valle de Baronceli, cerca de Verín– el abad Frankila, acompañado del conde Gutier Menéndez, padre de San Rosendo de Celanova y cuñado del rey. Frankila le solicitó al monarca la restauración de la vida monacal en Santo Estevo de “ripae Silis”, es decir, de la “ribera del Sil”, forma que evolucionó en la actual Ribas de Sil. Este paraje de Santo Estevo había sido lugar de oración en la época visigoda, pero desde la invasión de los árabes del año 711 se encontraba abandonado y en estado ruinoso.
Mas la visita a Ordoño II no fue sólo para que permitiera el regreso de los monjes al antiguo emplazamiento, sino también para obtener del monarca un territorio alrededor del monasterio cuya organización el cenobio llevase a cabo, y a la vez sirviese como sustento a la comunidad religiosa. La respuesta del rey fue generosa. Puso en manos de Frankila una extensa superficie que englobaba la práctica totalidad del actual municipio de Nogueira de Ramuín, en la provincia de Ourense, y parte de los de Sober y Pantón, en la de Lugo.
Todo esto: la visita al rey, la concesión del territorio, y algunos otros detalles, se recogen en el documento que se redactó aquel día para que sirviese al nuevo monasterio como certificado de existencia y título de propiedad de las tierras otorgadas. Y es este documento en pergamino, firmado por el rey y los correspondientes testigos, que se conserva actualmente en el Archivo Histórico Nacional, en Madrid, el que inicia la historia escrita del monasterio.
(Esta foto –o una análoga del mismo día y hora– está en mis libros de fotografías de la Ribeira Sacra: https://www.antonrodicio.com/ribeira-sacra-1). © Antón Rodicio 2021
domingo, 23 de febrero de 2020
El meandro del Sil en O Pontido
Lo que se muestra en esta imagen es el meandro más cerrado del río Sil en Galicia, y es muy poco conocido (por no decir completamente desconocido). Se encuentra enfrente de O Pontido, en las proximidades de Quiroga, y supera ampliamente los 180 grados (calculo que debe de andar por los 250, más o menos). El pueblo que se ve a la derecha es Nocedo, y a la izquierda está primero Espandariz y luego, San Clodio. La carretera que aparece en primer plano (solo un fragmento a la izquierda y otro a la derecha de la roca) es la N-120 (Logroño-Vigo) y la otra, la LU-933 (antigua carretera Monforte de Lemos-Quiroga). A la derecha de la imagen, pero ya fuera de ella, las dos carreteras se cruzan, de modo que la que sigue luego más hacia el monte es la LU-933 y la que va más pegada al río, la N-120.
El lugar desde donde está tomada la foto se encuentra en el concello de Quiroga, al borde de la carretera nacional y a unos 35 metros de altura sobre ella, en una zona de difícil acceso, dificultad que constituye la razón de que el espectacular meandro sea tan poco conocido. Si el concello de Quiroga acondicionase la subida, cosa para la que no se sería necesaria ninguna gran inversión, y dispusiese arriba un pequeño mirador, haría mucho por el turismo de la zona. © Antón Rodicio 2020.
lunes, 3 de octubre de 2011
El facho de la Cabeza de la Meda
En Santiago de Cerreda oí hablar, hace muchos años y de modo más o menos fantástico, de que en la cumbre de la Cabeza de la Meda
hubo antiguamente un castillo, y que sus moradores se comunicaban por la noche con los del castillo de Monforte mediante señales luminosas. Posteriormente, vi que ese supuesto castillo se menciona, como posibilidad y muy de pasada, en la página 284 del artículo de Ángel del Castillo titulado “El castillo de Litoria”, publicado en el número 228 (año 1930) del Boletín de la Real Academia Gallega.
¿Qué puede haber de cierto sobre ese castillo? La verdad es que, pensándolo bien, un castillo en esa zona no tiene mucho sentido. La visibilidad desde allí es muy buena, eso sí, pero el lugar está lejos de cualquier zona importante habitada, y aunque se le quisiese relacionar con la llamada “vereda maiore” estudiada en la entrada de este blog de 5 de diciembre de 2009, que en la época altomedieval venía desde Astorga hacia el castillo de Litoria y que pasaba por la ladera norte de la Cabeza de la Meda, el hecho es que el camino queda lejos de la cumbre del monte y no se divisa desde ésta.
He preguntado en Paradellas, Cacharrequille y Rodicio, tres de los pueblos más cercanos al sitio en cuestión, y las respuestas no son concluyentes. Los habitantes de más edad de esos pueblos hablan de los restos de una construcción de planta circular y muy poca altura, levantada en “piedra de cantería” y con una escalera por la parte interior, y dicen que estaba situada a pocos metros de donde ahora se encuentra la antena de televisión (me refiero a la primera que se construyó en ese monte),
hacia la parte de la señal del vértice geodésico. Pero esas mismas personas se niegan categóricamente a identificar, por su exigüidad, tal construcción con un castillo.
Uno de mis informantes (un señor de unos ochenta años, de nombre Rosendo Fuentes García, que nació y se crió en Paradellas y cuidó con frecuencia, de niño y adolescente, el ganado en esa zona) me contó, por ejemplo, que dicha construcción circular mediría unos dos metros de alto, y que uno de los pasatiempos de los niños que como él subían allí con el ganado, era encaramarse a lo alto y dedicarse a tirar sus piedras abajo.
En la actualidad nada queda sobre el terreno ni de la construcción ni de las piedras que la componían, las cuales desconozco a dónde habrán ido a parar.
Un castillo parece, pues, demasiado dudoso para este lugar; pero si no a un castillo, ¿a qué pudo corresponder o qué pudo ser esa construcción de planta circular y “piedra de cantería”? Afortunadamente viene aquí en nuestra ayuda un apeo del Monasterio de Xunqueira de Espadañedo, del año 1703 (conservado en el Archivo Histórico Provincial de Orense: Libro 786 de la sección del Clero), que habla de una “casarella en redondez que llaman el orno del facho”, situada en “lo más alto de la sierra y Cabeza de Meda”.
¿Y a qué se refiere la expresión “orno del facho” que aparece en este documento escrito? Según el Diccionario de la Real Academia Gallega, la palabra “facho” se aplica a un manojo de paja atado que se enciende para alumbrar cuando se anda en la oscuridad, y antiguamente se refería también al fuego que se encendía en la cumbre de un monte cercano a la costa para guía de marineros. Un ejemplo de esto último sobrevive aún, con la correspondiente construcción circular de “piedra de cantería”, en el llamado Monte do Facho de la parroquia de Donón, en la península del Morrazo.
Este horno del facho de la Cabeza de la Meda era, pues, el lugar de una hoguera, de paja o de otros materiales, encendida no, evidentemente, para guiar marineros ni barcos, sino para transmitir señales luminosas nocturnas, y seguramente también señales diurnas, usando en ese caso paja mojada que produjese abundante humo.
Y si ahí no había un castillo, ¿qué tipo de señales eran esas o qué finalidad tenían? La respuesta no creo que sea difícil de dar si se tiene en cuenta que desde el lugar en cuestión se divisan al menos tres castillos que no tienen comunicación visual directa entre sí: el castillo de Monforte, el castillo de Castro Caldelas y el castillo de Maceda. El facho de la Cabeza de la Meda tendría la finalidad de comunicar, mediante señales relacionadas con el fuego, estas tres fortalezas. © Antón Rodicio 2011.
hubo antiguamente un castillo, y que sus moradores se comunicaban por la noche con los del castillo de Monforte mediante señales luminosas. Posteriormente, vi que ese supuesto castillo se menciona, como posibilidad y muy de pasada, en la página 284 del artículo de Ángel del Castillo titulado “El castillo de Litoria”, publicado en el número 228 (año 1930) del Boletín de la Real Academia Gallega.
¿Qué puede haber de cierto sobre ese castillo? La verdad es que, pensándolo bien, un castillo en esa zona no tiene mucho sentido. La visibilidad desde allí es muy buena, eso sí, pero el lugar está lejos de cualquier zona importante habitada, y aunque se le quisiese relacionar con la llamada “vereda maiore” estudiada en la entrada de este blog de 5 de diciembre de 2009, que en la época altomedieval venía desde Astorga hacia el castillo de Litoria y que pasaba por la ladera norte de la Cabeza de la Meda, el hecho es que el camino queda lejos de la cumbre del monte y no se divisa desde ésta.
He preguntado en Paradellas, Cacharrequille y Rodicio, tres de los pueblos más cercanos al sitio en cuestión, y las respuestas no son concluyentes. Los habitantes de más edad de esos pueblos hablan de los restos de una construcción de planta circular y muy poca altura, levantada en “piedra de cantería” y con una escalera por la parte interior, y dicen que estaba situada a pocos metros de donde ahora se encuentra la antena de televisión (me refiero a la primera que se construyó en ese monte),
hacia la parte de la señal del vértice geodésico. Pero esas mismas personas se niegan categóricamente a identificar, por su exigüidad, tal construcción con un castillo.
Uno de mis informantes (un señor de unos ochenta años, de nombre Rosendo Fuentes García, que nació y se crió en Paradellas y cuidó con frecuencia, de niño y adolescente, el ganado en esa zona) me contó, por ejemplo, que dicha construcción circular mediría unos dos metros de alto, y que uno de los pasatiempos de los niños que como él subían allí con el ganado, era encaramarse a lo alto y dedicarse a tirar sus piedras abajo.
En la actualidad nada queda sobre el terreno ni de la construcción ni de las piedras que la componían, las cuales desconozco a dónde habrán ido a parar.
Un castillo parece, pues, demasiado dudoso para este lugar; pero si no a un castillo, ¿a qué pudo corresponder o qué pudo ser esa construcción de planta circular y “piedra de cantería”? Afortunadamente viene aquí en nuestra ayuda un apeo del Monasterio de Xunqueira de Espadañedo, del año 1703 (conservado en el Archivo Histórico Provincial de Orense: Libro 786 de la sección del Clero), que habla de una “casarella en redondez que llaman el orno del facho”, situada en “lo más alto de la sierra y Cabeza de Meda”.
¿Y a qué se refiere la expresión “orno del facho” que aparece en este documento escrito? Según el Diccionario de la Real Academia Gallega, la palabra “facho” se aplica a un manojo de paja atado que se enciende para alumbrar cuando se anda en la oscuridad, y antiguamente se refería también al fuego que se encendía en la cumbre de un monte cercano a la costa para guía de marineros. Un ejemplo de esto último sobrevive aún, con la correspondiente construcción circular de “piedra de cantería”, en el llamado Monte do Facho de la parroquia de Donón, en la península del Morrazo.
Este horno del facho de la Cabeza de la Meda era, pues, el lugar de una hoguera, de paja o de otros materiales, encendida no, evidentemente, para guiar marineros ni barcos, sino para transmitir señales luminosas nocturnas, y seguramente también señales diurnas, usando en ese caso paja mojada que produjese abundante humo.
Y si ahí no había un castillo, ¿qué tipo de señales eran esas o qué finalidad tenían? La respuesta no creo que sea difícil de dar si se tiene en cuenta que desde el lugar en cuestión se divisan al menos tres castillos que no tienen comunicación visual directa entre sí: el castillo de Monforte, el castillo de Castro Caldelas y el castillo de Maceda. El facho de la Cabeza de la Meda tendría la finalidad de comunicar, mediante señales relacionadas con el fuego, estas tres fortalezas. © Antón Rodicio 2011.
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martes, 10 de mayo de 2011
Un puente construido para la eternidad
El puente Bibey. Un puente levantado hace mil novecientos y pico años para el paso de carros y legiones romanas, y nunca reformado, ni restaurado ni reforzado, por el cual circulan hoy (y así llevan haciéndolo desde hace más de cien años) camiones sin límite de tonelaje.
La carretera que actualmente pasa por él es sólo una carretera comarcal: la que va de Puebla de Trives a La Rúa (en la provincia de Orense). Pero durante años (hasta que hace unos veinte se construyó la actual variante por Monforte de Lemos) formó parte de la carretera N-120, acceso centro a Galicia.
La vía romana para la que fue construido, era una de las cuatro vías que desde Bracara Augusta (la actual Braga, en Portugal) conducían a Asturica Augusta (Astorga), concretamente la llamada "Vía Nova" (Vía XVIII del Itinerario de Antonino). © Antón Rodicio 2011.
viernes, 8 de abril de 2011
El pico de Castro de Ares y la defensa del Grial
Saliendo de Quiroga por la carretera vieja de Monforte (la actual LU-933), después de pasar Espandariz, de atravesar la N-120 en O Pontido, y de dejar atrás Nocedo, se llega al Alto de Aldriz, en donde hay un desvío a la derecha para Vilar de Lor. De este alto sale también a la izquierda un sendero que, según indicación literal de las señales que allí se encuentran, conduce a «castro de Ares» o «Castro de Ares»: hay dos señales y mientras que en una la “c” es minúscula, en la otra todas las letras son mayúsculas.
Esta última precisión no es superflua (o, al menos, no del todo). Si se escribe «Castro de Ares», uno se está refiriendo, con esas tres palabras, a un topónimo; mientras que si se escribe «castro de Ares», entonces el topónimo es «Ares», y «castro» puede significar (según el Diccionario de la Real Academia Española) dos cosas: «poblado prerromano fortificado» o «altura donde hay vestigios de fortificaciones antiguas».
Que «Castro de Ares» sea un topónimo en la actualidad, no está del todo claro, pues si bien se usan expresiones como «mirador de Castro de Ares», también se usan otras como «el Castro de Ares», que por mucho que se escriba con “c” mayúscula no deja de llevar implícito que el topónimo es «Ares». En documentos de cierta antigüedad, como el Diccionario Madoz, aparece la expresión «pico de Castro de Ares», incidiendo sobre «Castro de Ares» como topónimo.
Por otra parte, la existencia de vestigios de fortificaciones antiguas en ese lugar al que conduce el sendero mencionado, es indudable, por lo que la expresión «castro de Ares» tiene perfecto sentido. En cuanto a la posibilidad de un poblado prerromano, si lo hubo debió ser muy pequeño, porque el espacio disponible es exiguo.
Pero tomemos el sendero y subamos ya a la cima del monte a ver lo que allí hay.
Con lo primero que nos encontramos es con un cartel
que informa, entre otras cosas, de las dimensiones de la parte susceptible de albergar construcciones: 70 metros de largo por 30 de ancho. Dice también el cartel que, debido a las actuaciones aquí realizadas, las características morfológicas y constructivas originales pasan en la actualidad totalmente desapercibidas. Y añade como ejemplo de esas actuaciones, la repoblación forestal a la que la cima fue sometida en el pasado (bien atestiguada por los numerosos tocones de pinos que permanecen en el lugar) y, lo que es mucho peor, el mirador que aquí se construyó.
Esto último, la construcción del mirador, un mirador de piedra, totalmente invasivo, de unos 12 metros de largo por 6 de ancho, es un hecho absolutamente lamentable (y sólo un ejemplo más de los estragos que pueden causar el hormigón, el asfalto y otros materiales de construcción en manos de determinados políticos).
Afortunadamente, esta deplorable construcción moderna no hizo desaparecer del todo los vestigios antiguos, los cuales sobreviven principalmente en forma de la base de una muralla de unos tres metros de ancho que rodea toda la cima por su parte occidental, y que puede corresponder a la muralla de protección del hipotético poblado, o a los muros de una fortaleza o castillo que aquí se levantase, o a ambas cosas.
Asomémonos ahora al infame mirador.
Estamos en la cumbre de la llamada Peña Sabel, sobre la desembocadura del río Lor en el Sil, a 600 metros de altitud. El punto de encuentro de los dos ríos se divisa perfectamente hacia la derecha, distinguiéndose también a su lado la torre de la iglesia de Santiago de Aguasmestas.
Hacia la izquierda, el valle del Sil se abre en una vista espectacular hacia San Clodio y Quiroga, con la carretera N-120 y la vía del ferrocarril Monforte-Palencia acoplándose en la medida de lo posible a los meandros del río, y cortándolos mediante los correspondientes viaductos cuando no hay otra alternativa.
Y justo enfrente, del otro lado del Sil, está la escarpada montaña por la que sube serpenteando la carretera que va hacia Torbeo y Castro Caldelas, y desde la cual, concretamente desde el llamado “Mirador do Ladeiro”, la peña en cuya cima nos encontramos ofrece la siguiente perspectiva:
La arqueología seguramente podría decirnos mucho sobre el pasado de esta cima que pisamos, si en ella se hiciesen las oportunas excavaciones (comenzando por la destrucción del nefando mirador). Pero a falta de arqueología, demos un repaso a lo poco que la historia nos transmite.
El Diccionario Madoz, ya mencionado (publicado entre 1846 y 1850), solamente dice que el pico de Castro de Ares tiene en su cumbre las ruinas de una fortaleza cuya historia es ignorada. Manuel Amor Meilán, en el Volumen IX, Tomo 2º, de la “Geografía General del Reino de Galicia” dirigida por F. Carreras y Candí, cita a Madoz y añade su convencimiento de que lo que aquí hubo fue «uno de los antiguos castros en que tanto abunda el país». Manuel Vázquez Seijas, en el Tomo VI de “Fortalezas de Lugo y su provincia”, cita a Amor Meilán sin añadir nada más.
El único, que yo sepa, que aporta un dato documental, que permite remontar la antigüedad de los vestigios al menos al siglo IX, es Joaquín Arias Sanjurjo. En efecto, en su artículo “Sobre a localización xeográfica do Sant-Grial”, publicado en el Tomo I de los “Archivos del Seminario de Estudios Gallegos” (año 1928), menciona un documento del siglo IX del monasterio de San Vicente del Pino (de Monforte de Lemos), en el cual, al delimitar el territorio de ese monasterio, se dice: «…totum per illam semita antiqua usque circa Lupos, et item pergit de alia parte Lor, usque ad cacumen montium que vocitant vilar planu, et concludet per verticem montium, et preveniat ad illas travesas inter Lor et Carioca, et per castro de Arias, et descendit ad flumen Syle et concludet per illum flumen usque intrat Lor in Syle, et inde per lagares deinde ad Penaalva…», y no hay duda de que el «castro de Arias» aquí mencionado es nuestro actual «Castro de Ares».
Esto es prácticamente todo, al menos hasta donde yo conozco, lo que se puede decir del Castro de Ares desde el punto de vista histórico. Lo único que falta para que sea todo, es tratar de responder a la pregunta de a dónde fue a parar la piedra de la construcción o construcciones que en este lugar hubo en otros tiempos, porque es evidente que aquí no está. La respuesta nos la da también, al menos en parte, Arias Sanjurjo en el artículo mencionado. Y esa respuesta está relacionada con el cercano viaducto de Rairos, sobre el río Sil, perteneciente a la línea (de ferrocarril) Monforte-Palencia, la cual pasa por la base de esta Peña Sabel, entre ella y el río Sil.
Arias Sanjurjo dice que ese puente
fue hecho en parte con la piedra de esta fortaleza. Y añade que, según le contaron los viejos de la zona, sus muros aún tenían cuatro o cinco metros de altura cuando sus materiales fueron aprovechados para el puente.
Para terminar sólo nos queda mencionar que este Castro de Ares, cuya historia es tan desconocida, y que se encuentra justo donde comienza el cañón del Sil, fue la fortaleza que Arias Sanjurjo imaginó levantada para la defensa del Grial, el cual se hallaría en algún punto no claramente determinado de la Ribera Sagrada.
AGRADECIMIENTO:
A Juan Quiroga Barro, buen conocedor de la zona, por darme indicaciones precisas y exhaustivas –mapa incluido- para llegar a Castro de Ares. © Antón Rodicio 2011.
Esta última precisión no es superflua (o, al menos, no del todo). Si se escribe «Castro de Ares», uno se está refiriendo, con esas tres palabras, a un topónimo; mientras que si se escribe «castro de Ares», entonces el topónimo es «Ares», y «castro» puede significar (según el Diccionario de la Real Academia Española) dos cosas: «poblado prerromano fortificado» o «altura donde hay vestigios de fortificaciones antiguas».
Que «Castro de Ares» sea un topónimo en la actualidad, no está del todo claro, pues si bien se usan expresiones como «mirador de Castro de Ares», también se usan otras como «el Castro de Ares», que por mucho que se escriba con “c” mayúscula no deja de llevar implícito que el topónimo es «Ares». En documentos de cierta antigüedad, como el Diccionario Madoz, aparece la expresión «pico de Castro de Ares», incidiendo sobre «Castro de Ares» como topónimo.
Por otra parte, la existencia de vestigios de fortificaciones antiguas en ese lugar al que conduce el sendero mencionado, es indudable, por lo que la expresión «castro de Ares» tiene perfecto sentido. En cuanto a la posibilidad de un poblado prerromano, si lo hubo debió ser muy pequeño, porque el espacio disponible es exiguo.
Pero tomemos el sendero y subamos ya a la cima del monte a ver lo que allí hay.
Con lo primero que nos encontramos es con un cartel
que informa, entre otras cosas, de las dimensiones de la parte susceptible de albergar construcciones: 70 metros de largo por 30 de ancho. Dice también el cartel que, debido a las actuaciones aquí realizadas, las características morfológicas y constructivas originales pasan en la actualidad totalmente desapercibidas. Y añade como ejemplo de esas actuaciones, la repoblación forestal a la que la cima fue sometida en el pasado (bien atestiguada por los numerosos tocones de pinos que permanecen en el lugar) y, lo que es mucho peor, el mirador que aquí se construyó.
Esto último, la construcción del mirador, un mirador de piedra, totalmente invasivo, de unos 12 metros de largo por 6 de ancho, es un hecho absolutamente lamentable (y sólo un ejemplo más de los estragos que pueden causar el hormigón, el asfalto y otros materiales de construcción en manos de determinados políticos).
Afortunadamente, esta deplorable construcción moderna no hizo desaparecer del todo los vestigios antiguos, los cuales sobreviven principalmente en forma de la base de una muralla de unos tres metros de ancho que rodea toda la cima por su parte occidental, y que puede corresponder a la muralla de protección del hipotético poblado, o a los muros de una fortaleza o castillo que aquí se levantase, o a ambas cosas.
Asomémonos ahora al infame mirador.
Estamos en la cumbre de la llamada Peña Sabel, sobre la desembocadura del río Lor en el Sil, a 600 metros de altitud. El punto de encuentro de los dos ríos se divisa perfectamente hacia la derecha, distinguiéndose también a su lado la torre de la iglesia de Santiago de Aguasmestas.
Hacia la izquierda, el valle del Sil se abre en una vista espectacular hacia San Clodio y Quiroga, con la carretera N-120 y la vía del ferrocarril Monforte-Palencia acoplándose en la medida de lo posible a los meandros del río, y cortándolos mediante los correspondientes viaductos cuando no hay otra alternativa.
Y justo enfrente, del otro lado del Sil, está la escarpada montaña por la que sube serpenteando la carretera que va hacia Torbeo y Castro Caldelas, y desde la cual, concretamente desde el llamado “Mirador do Ladeiro”, la peña en cuya cima nos encontramos ofrece la siguiente perspectiva:
La arqueología seguramente podría decirnos mucho sobre el pasado de esta cima que pisamos, si en ella se hiciesen las oportunas excavaciones (comenzando por la destrucción del nefando mirador). Pero a falta de arqueología, demos un repaso a lo poco que la historia nos transmite.
El Diccionario Madoz, ya mencionado (publicado entre 1846 y 1850), solamente dice que el pico de Castro de Ares tiene en su cumbre las ruinas de una fortaleza cuya historia es ignorada. Manuel Amor Meilán, en el Volumen IX, Tomo 2º, de la “Geografía General del Reino de Galicia” dirigida por F. Carreras y Candí, cita a Madoz y añade su convencimiento de que lo que aquí hubo fue «uno de los antiguos castros en que tanto abunda el país». Manuel Vázquez Seijas, en el Tomo VI de “Fortalezas de Lugo y su provincia”, cita a Amor Meilán sin añadir nada más.
El único, que yo sepa, que aporta un dato documental, que permite remontar la antigüedad de los vestigios al menos al siglo IX, es Joaquín Arias Sanjurjo. En efecto, en su artículo “Sobre a localización xeográfica do Sant-Grial”, publicado en el Tomo I de los “Archivos del Seminario de Estudios Gallegos” (año 1928), menciona un documento del siglo IX del monasterio de San Vicente del Pino (de Monforte de Lemos), en el cual, al delimitar el territorio de ese monasterio, se dice: «…totum per illam semita antiqua usque circa Lupos, et item pergit de alia parte Lor, usque ad cacumen montium que vocitant vilar planu, et concludet per verticem montium, et preveniat ad illas travesas inter Lor et Carioca, et per castro de Arias, et descendit ad flumen Syle et concludet per illum flumen usque intrat Lor in Syle, et inde per lagares deinde ad Penaalva…», y no hay duda de que el «castro de Arias» aquí mencionado es nuestro actual «Castro de Ares».
Esto es prácticamente todo, al menos hasta donde yo conozco, lo que se puede decir del Castro de Ares desde el punto de vista histórico. Lo único que falta para que sea todo, es tratar de responder a la pregunta de a dónde fue a parar la piedra de la construcción o construcciones que en este lugar hubo en otros tiempos, porque es evidente que aquí no está. La respuesta nos la da también, al menos en parte, Arias Sanjurjo en el artículo mencionado. Y esa respuesta está relacionada con el cercano viaducto de Rairos, sobre el río Sil, perteneciente a la línea (de ferrocarril) Monforte-Palencia, la cual pasa por la base de esta Peña Sabel, entre ella y el río Sil.
Arias Sanjurjo dice que ese puente
fue hecho en parte con la piedra de esta fortaleza. Y añade que, según le contaron los viejos de la zona, sus muros aún tenían cuatro o cinco metros de altura cuando sus materiales fueron aprovechados para el puente.
Para terminar sólo nos queda mencionar que este Castro de Ares, cuya historia es tan desconocida, y que se encuentra justo donde comienza el cañón del Sil, fue la fortaleza que Arias Sanjurjo imaginó levantada para la defensa del Grial, el cual se hallaría en algún punto no claramente determinado de la Ribera Sagrada.
AGRADECIMIENTO:
A Juan Quiroga Barro, buen conocedor de la zona, por darme indicaciones precisas y exhaustivas –mapa incluido- para llegar a Castro de Ares. © Antón Rodicio 2011.
jueves, 24 de marzo de 2011
Paisajes del alma: Santa Cristina de Ribas de Sil
Pinchando aquí se accederá a un texto que puede resultar interesante a los seguidores de este blog.
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sábado, 12 de marzo de 2011
Lamento por un archivo
En la página 32 de su libro sobre San Esteban de Ribas de Sil, conjetura Emilio Duro Peña que el archivo del monasterio fue destruido completamente por un incendio en la segunda mitad del siglo XIV, o quizá antes. Trata de explicar así el hecho de que no se conserve ningún documento del cenobio desde el de su restauración por el rey Ordoño II, en el año 921, hasta la segunda mitad del siglo XII, concretamente hasta uno del rey Fernando II fechado en 1163.
La explicación parece lógica, y uno no puede menos que entonar un amargo lamento por tanta información perdida, por tantos y tantos hechos de dos siglos y medio de la historia de esta tierra -y de la historia de Galicia en general- que quedarán para siempre en el olvido. No hay más que hojear el Tumbo de Celanova, el de Samos, el de Sobrado de los Monjes…, para hacerse una idea de cuánto nos robó ese hipotético incendio.
¿Queda alguna esperanza de que las cosas puedan cambiar algún día? Como soñar no cuesta nada, soñemos que sí. Sobre todo teniendo en cuenta la insólita manera en que llegó a la civilización el Tumbo de Samos, y que, mencionada escuetamente por Manuel Lucas Álvarez en la página 8 de su transcripción del códice, podemos imaginar así:
Un buen día de la década de 1980 se presentó sin previo aviso en la Facultad de Geografía e Historia de Compostela un señor con un paquete debajo del brazo. Después de intercambiar con el bedel de la facultad unas palabras sobre el motivo de su visita, fue enviado al Departamento de Historia Medieval. Preguntó por el director, y en cuanto estuvo en su despacho le puso el paquete encima de la mesa y le dijo: «Aquí le traigo un libro manuscrito del que yo no soy capaz de leer ni una sola palabra, pero que a lo mejor tiene interés para usted». Y el director y los demás especialistas vieron entonces atónitos que allí estaba, procedente del desván de la casa de un particular de Sarria, el preciado códice que llevaba desaparecido desde la malhadada exclaustración de 1835.
En el caso de San Esteban no parece nada probable que un acontecimiento semejante vaya a tener nunca lugar, esto es, que de algún desván o de algún olvidado rincón de alguna otra estancia, salga a la luz la documentación de los dos siglos y medios de oscuridad mencionados. Pero para los amantes de la historia de esta tierra sería impagable que tal cosa sucediese. © Antón Rodicio 2011.
La explicación parece lógica, y uno no puede menos que entonar un amargo lamento por tanta información perdida, por tantos y tantos hechos de dos siglos y medio de la historia de esta tierra -y de la historia de Galicia en general- que quedarán para siempre en el olvido. No hay más que hojear el Tumbo de Celanova, el de Samos, el de Sobrado de los Monjes…, para hacerse una idea de cuánto nos robó ese hipotético incendio.
¿Queda alguna esperanza de que las cosas puedan cambiar algún día? Como soñar no cuesta nada, soñemos que sí. Sobre todo teniendo en cuenta la insólita manera en que llegó a la civilización el Tumbo de Samos, y que, mencionada escuetamente por Manuel Lucas Álvarez en la página 8 de su transcripción del códice, podemos imaginar así:
Un buen día de la década de 1980 se presentó sin previo aviso en la Facultad de Geografía e Historia de Compostela un señor con un paquete debajo del brazo. Después de intercambiar con el bedel de la facultad unas palabras sobre el motivo de su visita, fue enviado al Departamento de Historia Medieval. Preguntó por el director, y en cuanto estuvo en su despacho le puso el paquete encima de la mesa y le dijo: «Aquí le traigo un libro manuscrito del que yo no soy capaz de leer ni una sola palabra, pero que a lo mejor tiene interés para usted». Y el director y los demás especialistas vieron entonces atónitos que allí estaba, procedente del desván de la casa de un particular de Sarria, el preciado códice que llevaba desaparecido desde la malhadada exclaustración de 1835.
En el caso de San Esteban no parece nada probable que un acontecimiento semejante vaya a tener nunca lugar, esto es, que de algún desván o de algún olvidado rincón de alguna otra estancia, salga a la luz la documentación de los dos siglos y medios de oscuridad mencionados. Pero para los amantes de la historia de esta tierra sería impagable que tal cosa sucediese. © Antón Rodicio 2011.
martes, 24 de agosto de 2010
El puente de Paradela
Cada vez que, como en el momento presente, el embalse de San Esteban está 8,67 o más metros por debajo de su cota máxima, sale a la luz, en mayor o menor proporción, sosteniendo al puente actual, el antiguo puente de Paradela construido a principios del siglo XX para el paso de la carretera de Castro Caldelas a Monforte sobre el río Sil.
Se trata de un puente de piedra (sillería de granito) de tres arcos de 25 metros de luz cada uno, rebajados al 1/6, apoyados en dos pilas de 19 metros de altura.
Todos estos datos numéricos están en un artículo titulado “Elevación de rasante en el puente de Paradela”, publicado por Maximino Casares Ortiz, ingeniero de caminos, en la Revista de Obras Públicas en el año 1954 (número 2875, páginas 548-550), con motivo de la construcción del puente de hormigón armado por encima del de piedra. Puesto que éste último iba a quedar sumergido en el embalse, se hacía necesario, o bien construir un puente totalmente nuevo, o bien elevar la rasante del que ya había. Comparando presupuestos y plazos de ejecución, se optó por la segunda alternativa, y el objetivo del artículo era dar a conocer la solución adoptada para mantener la circulación en el puente antiguo mientras se construía sobre él el nuevo, explicando con ello el motivo de que de los pilares nuevos fuesen dobles.
El siguiente dibujo, tomado del artículo en cuestión, es suficientemente gráfico a este respecto.
Como se ve en los números del dibujo, el puente de hormigón se eleva 13,20 metros sobre el de piedra, siendo por tanto de 32,20 metros su altura total sobre el fondo del río.
Por el puente antiguo pasó Joaquín Arias Sanjurjo en dirección a Castro Caldelas, procedente de Monforte, el primer día de junio de 1914, en el transcurso de su famosa excursión a la Ribera Sagrada de la que dejó noticia en un artículo publicado en el Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense de ese año. Arias Sanjurjo se refiere a la carretera como «la nueva carretera de Castro Caldelas», y el vial, en efecto, no debía tener muchos años por entonces. La fecha exacta de su terminación no la conozco, pero en el número 1127 (páginas 463-466) de la citada Revista de Obras Públicas, correspondiente al año 1897, viene el anuncio de la subasta del tramo inicial (de 10 kilómetros) entre Castro Caldelas y el río Sil, incluyendo el puente (con un precio de salida -dicho sea de paso- de 607.400,51 pesetas, de las cuales 96.585,92 correspondían al puente).
Arias Sanjurjo dice, por otra parte, que (al cruzar el Sil) dejó a la derecha la barca de Paradela, en la cual todavía existían los pilares que sostuvieron el magnífico puente colgante de madera que describió el Licenciado Molina en el siglo XVI en su libro “Descripción del Reino de Galicia” (ver página 119 de la edición realizada en 1998 por “Supervisión y Control”, con introducción, transcripción, notas y comentarios de José Antonio Parrilla, y prólogo de Ramón Villares): «… y así va [el Sil] hasta la puente Paradela, la cual por sí sola pudiera poner por cosa notable, y para ser de madera no puede haber en España edificio igual. Está allí el río hundido entre dos sierras muy altas y pasa por medio de dos peñas, y encima de cada una está hecha una torre, y de torre a torre va en el aire un edificio de madera que tiene ciento y veinte pies en largo, y para pasar a cada una de estas torres va otra puente de madera con su chapitel en cada una; es cosa de admirar».
Uno de esos pilares a los que se refiere Arias Sanjurjo (concretamente el de la margen derecha) es visible (y más aún su reflejo en el agua) en la siguiente fotografía del marqués de Santa María del Villar (que yo tomo de www.galeon.com/sloren/luciapra/sil.htm y de la que no conozco la fecha, pero a juzgar por lo que el propio marqués dice en un artículo publicado en el diario ABC el 25 de octubre de 1969, debió ser algo anterior a la excursión de Arias Sanjurjo):
Los restos de esos pilares siguen aún allí, y son visibles cada vez que, como ahora (o como en el verano de 1996, o como un verano -no recuerdo cuál- de mitad de la década de los 80), el nivel del embalse baja lo suficiente. Las siguientes fotos muestran su aspecto actual; el mejor conservado es el de la margen derecha:
Digamos para finalizar que cuando en 1550 se terminó de imprimir el libro del Licenciado Molina, a este puente de madera le quedaban no más de cincuenta años de vida, pues en el manuscrito de Atanasio de Lobera “Crónica Grande del Reyno de Galicia”, redactado hacia el año 1600, se dice (ver la página 345 del libro “El Libro Español VI: De Libros, Librerías, Imprentas y Lectores”, Ediciones Universidad de Salamanca, 2002): «Más adelante [de la desembocadura del Lor en el Sil] estava la puente de Paradela, que ha pocos años se cayó y era de los raros edificios de España. Porque siendo todo madera corría en el ayre ciento y veinte y quatro pies». © Antón Rodicio 2010.
Se trata de un puente de piedra (sillería de granito) de tres arcos de 25 metros de luz cada uno, rebajados al 1/6, apoyados en dos pilas de 19 metros de altura.
Todos estos datos numéricos están en un artículo titulado “Elevación de rasante en el puente de Paradela”, publicado por Maximino Casares Ortiz, ingeniero de caminos, en la Revista de Obras Públicas en el año 1954 (número 2875, páginas 548-550), con motivo de la construcción del puente de hormigón armado por encima del de piedra. Puesto que éste último iba a quedar sumergido en el embalse, se hacía necesario, o bien construir un puente totalmente nuevo, o bien elevar la rasante del que ya había. Comparando presupuestos y plazos de ejecución, se optó por la segunda alternativa, y el objetivo del artículo era dar a conocer la solución adoptada para mantener la circulación en el puente antiguo mientras se construía sobre él el nuevo, explicando con ello el motivo de que de los pilares nuevos fuesen dobles.
El siguiente dibujo, tomado del artículo en cuestión, es suficientemente gráfico a este respecto.
Como se ve en los números del dibujo, el puente de hormigón se eleva 13,20 metros sobre el de piedra, siendo por tanto de 32,20 metros su altura total sobre el fondo del río.
Por el puente antiguo pasó Joaquín Arias Sanjurjo en dirección a Castro Caldelas, procedente de Monforte, el primer día de junio de 1914, en el transcurso de su famosa excursión a la Ribera Sagrada de la que dejó noticia en un artículo publicado en el Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense de ese año. Arias Sanjurjo se refiere a la carretera como «la nueva carretera de Castro Caldelas», y el vial, en efecto, no debía tener muchos años por entonces. La fecha exacta de su terminación no la conozco, pero en el número 1127 (páginas 463-466) de la citada Revista de Obras Públicas, correspondiente al año 1897, viene el anuncio de la subasta del tramo inicial (de 10 kilómetros) entre Castro Caldelas y el río Sil, incluyendo el puente (con un precio de salida -dicho sea de paso- de 607.400,51 pesetas, de las cuales 96.585,92 correspondían al puente).
Arias Sanjurjo dice, por otra parte, que (al cruzar el Sil) dejó a la derecha la barca de Paradela, en la cual todavía existían los pilares que sostuvieron el magnífico puente colgante de madera que describió el Licenciado Molina en el siglo XVI en su libro “Descripción del Reino de Galicia” (ver página 119 de la edición realizada en 1998 por “Supervisión y Control”, con introducción, transcripción, notas y comentarios de José Antonio Parrilla, y prólogo de Ramón Villares): «… y así va [el Sil] hasta la puente Paradela, la cual por sí sola pudiera poner por cosa notable, y para ser de madera no puede haber en España edificio igual. Está allí el río hundido entre dos sierras muy altas y pasa por medio de dos peñas, y encima de cada una está hecha una torre, y de torre a torre va en el aire un edificio de madera que tiene ciento y veinte pies en largo, y para pasar a cada una de estas torres va otra puente de madera con su chapitel en cada una; es cosa de admirar».
Uno de esos pilares a los que se refiere Arias Sanjurjo (concretamente el de la margen derecha) es visible (y más aún su reflejo en el agua) en la siguiente fotografía del marqués de Santa María del Villar (que yo tomo de www.galeon.com/sloren/luciapra/sil.htm y de la que no conozco la fecha, pero a juzgar por lo que el propio marqués dice en un artículo publicado en el diario ABC el 25 de octubre de 1969, debió ser algo anterior a la excursión de Arias Sanjurjo):
Los restos de esos pilares siguen aún allí, y son visibles cada vez que, como ahora (o como en el verano de 1996, o como un verano -no recuerdo cuál- de mitad de la década de los 80), el nivel del embalse baja lo suficiente. Las siguientes fotos muestran su aspecto actual; el mejor conservado es el de la margen derecha:
Digamos para finalizar que cuando en 1550 se terminó de imprimir el libro del Licenciado Molina, a este puente de madera le quedaban no más de cincuenta años de vida, pues en el manuscrito de Atanasio de Lobera “Crónica Grande del Reyno de Galicia”, redactado hacia el año 1600, se dice (ver la página 345 del libro “El Libro Español VI: De Libros, Librerías, Imprentas y Lectores”, Ediciones Universidad de Salamanca, 2002): «Más adelante [de la desembocadura del Lor en el Sil] estava la puente de Paradela, que ha pocos años se cayó y era de los raros edificios de España. Porque siendo todo madera corría en el ayre ciento y veinte y quatro pies». © Antón Rodicio 2010.
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lunes, 14 de junio de 2010
La Ribera Sagrada y el Grial
Pinchando aquí se accederá a un texto que no tiene el carácter rigurosamente científico de los que aparecen en el presente blog, pero que puede resultar interesante a sus seguidores.
sábado, 29 de mayo de 2010
San Miguel de Ribas de Sil y monasterios limítrofes
En la segunda mitad del siglo XII, cuatro viejos monasterios de la ribera del Sil o próximos a ella, en la zona de la desembocadura del Mao: San Adrián, San Lorenzo, San Miguel y San Ciprián, pasaron a depender del de Montederramo. De dos de estos monasterios: San Adrián y San Lorenzo, se puede decir con precisión, si no cuál era exactamente el territorio que les pertenecía, sí al menos donde estaban sus edificios. Para los otros dos, sin embargo, la situación es muy diferente. En la literatura existente al respecto, no hay ninguna sugerencia de ubicación para San Miguel, y la que hay para San Ciprián me parece improbable.
En la presente entrada del blog se avanzará en la solución de esta cuestión, señalando el emplazamiento de San Miguel y haciendo algunas reflexiones encaminadas a la localización de San Ciprián.
Comenzaré hablando de los dos monasterios cuya ubicación es ya conocida.
SAN LORENZO
En un documento de 1155 (reseñado por Luis Sanchez Belda en “Documentos reales de la Edad Media referentes a Galicia”, nº 281), el rey Fernando II concede a su capellán D. Rodrigo Menéndez el monasterio de San Lorenzo de Caldelas, cerca del Sil, entre los monasterios de San Ciprián y San Adrián: “… monasterio qui vocatur Sanctus Laurentius, et iacet in terra de Caldelas, loco certo, iuxta flumen quod dicitur Sil, inter duo monasteria, scilicet Sancti Cipriani et Sancti Adriani”.
Este es el monasterio de San Lorenzo al que nos referimos, y no hay duda de que estaba en el actual lugar de San Lorenzo,
sede de la iglesia parroquial de San Lorenzo de Barxacova.
El templo actual no parece ir más allá del siglo XVIII, pero tanto en sus muros
como en los de algunas casas del pueblo,
hay piedras que pertenecieron a edificios mucho más antiguos.
SAN ADRIÁN
De San Adrián, que acabó siendo el centro de las posesiones de Montederramo en esta zona de la ribera del Sil, es del que más información se conserva de los cuatro. Hay documentos de Celanova y de la catedral de Lugo que hablan de su importancia en el siglo X, e indican que ya existía como monasterio en el siglo VIII. Su independencia duró, como ya hemos dicho, hasta el siglo XII. En 1168 ya estaba en poder de Montederramo: lo prueba un documento de Fernando II fechado en ese año, por el cual cota al abad Sancho y al monasterio de Montederramo ciertas propiedades que le había donado previamente, entre ellas: Junqueyra, San Adrián de Ribas de Sil, y Seoane de Cova. (Quiero señalar que yo no tuve ocasión hasta el momento de leer este documento que acabo de mencionar, y que tomo esta información de la página 20 del artículo de Miguel Ángel González García “Pequeños monasterios de la Tierra de Caldelas (Orense)”, Miscelánea Samonense. Homenaje al P. Maximino Arias, O.S.B., Lugo 2001).
Lo que queda en la actualidad de este monasterio de San Adrián se encuentra al borde mismo de la carretera de Parada del Sil a Castro Caldelas por la ribera del Sil, exactamente a la parte de arriba de la curva a la derecha anterior a donde sale de esta carretera la pista asfaltada que sube a San Lorenzo. Se conserva un edificio entero y vestigios medievales en otro. El edificio es el de los últimos tiempos de San Adrián como granja-priorato de Montederramo
y, según Juan Carlos Rivas Fernández (“Monasterios prerrománicos orensanos”, en “La Ribeira Sacra. Esencia de espiritualidad de Galicia”, Xunta de Galicia, 2005, pag. 64) se empezó a construir a mediados del siglo XVII. Los vestigios medievales: una ventana ajimezada y tres canecillos, están en la pared occidental de la casa recientemente restaurada que se encuentra al lado del anterior.
Joaquín Arias Sanjurjo, que visitó la zona en 1914 y escribió a raíz de esa visita un artículo en el Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense ese mismo año, dice que la casa estaba recién construida en aquel momento, y que se edificó en el solar de la iglesia del monasterio aprovechando (precisamente en esa pared occidental) parte de la fachada de la iglesia. Rivas Fernández señala, sin embargo, que ahí no estaba la iglesia sino el “cellarium” o “apotheca” medieval (es decir, la bodega y almacén de los víveres recogidos en esa zona de la ribera de la que San Adrián era el centro).
Arias Sanjurjo también habla de la existencia de los cimientos de lo que la tradición local de aquella época creía la capilla de las monjas, en lo cual quiere ver él una prueba de que el monasterio fue dúplice (de monjes y monjas). Y efectivamente lo fue, según se deduce de un documento estudiado por Antonio García Conde en el Boletín de la Comisión de Monumentos de Lugo (tomo 1, año 1942).
Ahora que ya hemos hablado de los dos monasterios cuya ubicación es conocida, pasemos a los otros dos.
SAN MIGUEL
Dice Juan Carlos Rivas Fernández en la página 65 de su artículo más arriba citado: «Todavía se habla de la antigua existencia por aquí, en estos términos de Sacardebois, de otro antiguo cenobio dedicado a San Miguel, al parecer femenino, pero del cual no se tienen más noticias». Ciertamente las noticias son escasas. Yo al menos no conozco otras que las contenidas en el documento de 1152 por el cual Alfonso VII dona este monasterio al de Montederramo (ver Luis Sanchez Belda, “Documentos reales de la Edad Media referentes a Galicia”, nº 260). Pero esta escasez no es obstáculo para que se pueda determinar con toda exactitud su ubicación. Y ello gracias a que el topónimo “San Miguel” se conservó en la zona hasta la actualidad (o al menos hasta hace catorce años), y a que los datos que aporta el documento son suficientes para comprobar que el topónimo corresponde verdaderamente al monasterio en cuestión.
El último día de agosto de 1996, en el transcurso de una visita de inspección por la zona, pregunté a una señora del pueblo de San Lorenzo, de unos sesenta años y de nombre Margarita, si conocía algún sitio por los alrededores que se llamase «San Miguel»; y ella, muy amablemente, me acompañó hasta el borde oriental del pueblo, y mirando hacia las viñas que descendían por la ladera de la margen izquierda del Mao, respondió a mi pregunta señalándome el sitio y dándome las indicaciones pertinentes para que pudiese llegar cómodamente hasta él. Al final de ese día, yo escribí en mi libreta de notas lo siguiente:
«San Miguel de Ribas de Sil estaba situado en la ladera de la montaña, a medio camino entre el pueblo de San Lorenzo y la carretera, entre las viñas.
»En su solar hay actualmente unas construcciones que los lugareños llaman “chozos”. Uno de ellos sobre todo sorprende por la perfección y el grosor de sus muros. Esos chozos eran usados para guardar los aperos de labranza de las viñas. Hoy están abandonados y, como muy poco, ya sin tejado.
«Las piedras de los muros de las viñas en las proximidades llaman la atención por su labra y su regularidad.
«Me informaron de que por allí se veían aún recientemente sepulturas antropomorfas, del tipo de las de San Víctor. Hoy quizá existan aún, ocultas entre la maleza.
«Es todo cuanto queda del antiguo monasterio donado por Alfonso VII a Montederramo en el siglo XII.»
En la siguiente foto, tomada desde el mirador de Cristosende, se señala con exactitud el lugar:
y en esta otra, aérea, procedente de Google Earth, además de San Miguel y San Lorenzo, aparece también San Adrián:
A continuación, uno de los “chozos”:
un muro:
y una piedra de las que no son habituales en los muros de las viñas, y que quizá proceda del monasterio de San Miguel:
La documentación completa del monasterio de Montederramo sigue sin ser publicada, pero el ya citado documento de 1152 de la donación por Alfonso VII de San Miguel de Ribas de Sil, lo publicó B. Paradela en el tomo X del Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense. En ese documento se lee que la donación es:
“… cum omnibus suis directuris sicuti exterminat cum illo monasterio sancti Cipriani et sancti Laurentii et sancti Adriani, et exinde sicuti vadit ad fluuium de Sil; exinde sicuti uadit ad fluuium de omau et sicut discurrit fluui de omau usque ad Sil”.
De esta información se sigue (teniendo en mente lo que ya hemos dicho sobre la ubicación de San Lorenzo y San Adrián, y también el hecho de que San Lorenzo está entre San Ciprián y San Adrián), que el territorio del monasterio de San Miguel limitaba, sucesivamente, con el territorio del monasterio de San Ciprián, el de San Lorenzo y el de San Adrián hasta el río Sil; luego el límite seguía por el Sil, aguas arriba, hasta llegar al Mao; y a continuación, por el Mao, también aguas arriba, hasta cerrar la demarcación en el punto en que comenzó.
A continuación pondré un croquis de la situación de San Miguel con respecto a los otros tres monasterios y a los ríos Mao y Sil, sin pretender ninguna exactitud en las distancias ni en las formas, sino sólo en la posiciones relativas:
Para tener más exactitud (e incluso para saber si San Adrián llegaba o no llegaba realmente al río Sil, que yo me imagino que sí, pero no lo sé seguro porque, como dije más arriba, no he tenido ocasión de leer entero el documento de Fernando II de 1168) haría falta más información de la que yo dispongo en estos momentos. La documentación completa del monasterio de Montederramo sería seguramente de gran utilidad a este respecto (¡y a otros muchos!) si estuviese publicada.
SAN CIPRIÁN
Con San Miguel ya ubicado, intentaré decir ahora alguna cosa sobre la ubicación de San Ciprián, pero antes no estará de más dedicar unas palabras a San Víctor (cuyo nombre ya apareció dos veces en la presente entrada: una en el texto y otra en una foto).
San Víctor fue descubierto para la civilización, tanto en su vertiente de santuario como en la de necrópolis altomedieval, por Joaquín Arias Sanjurjo en su artículo de 1914 del Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense, más arriba citado.
Arias llegó aquí bajando, poco menos que monte a través, desde la parte de Forcas y Senra, pero hoy lo más cómodo es ir en coche hasta San Lorenzo y seguir luego unos quinientos metros por un sendero que no presenta ninguna dificultad. Si se accede de este modo, lo primero que se divisa, cuando el sendero aún está a dos curvas de él, es el peñasco en cuya cima se levantó el santuario:
En el punto donde la peña se une a la montaña se forma una reducida plazoleta,
y un poco más allá quedan a la vista, en el suelo, tres tumbas talladas en la roca y orientadas perfectamente hacia el este:
Arias dice que por donde están estas tres vio unas siete más, las cuales seguramente seguirán ahí bajo la espesa maleza actual.
El peñasco tiene unos siete u ocho metros de altura sobre la plazoleta. Su cima es aproximadamente rectangular, de cinco metros de largo por cuatro de ancho, más o menos. En el acceso a esa cima se aprecia claramente donde estuvo la puerta de entrada a la capilla:
Cuando Arias estuvo allí ya nada quedaba de la edificación. Un anciano le contó que en su juventud la había destruido en unión con otros mozos, arrojando las piedras de los muros, que tendrían la altura de una persona, por el precipicio de más de cien metros que rodea la peña por todas partes salvo por el lado de la plazoleta.
Lo más llamativo de lo que ahora hay en la cima es una sepultura análoga a las tres anteriores, pero mejor conservada, al menos en lo que a la profundidad se refiere, y que estuvo en el interior del santuario:
A la derecha de ella, pero fuera ya del santuario, hay otra en mucho peor estado de conservación:
Después de estas palabras sobre San Víctor, pasemos ya a San Ciprián, y al problema de la ubicación de su solar, el único de los cuatro que ahora resta desconocido.
La donación de este monasterio al de Montederramo la llevó a cabo Fernando II en 1170. La reseña del correspondiente documento (que como el de San Adrián yo tampoco he tenido ocasión de leer en su totalidad) la publica Julio González en la pag. 413 de su libro “Regesta de Fernando II” (Madrid, 1943), y lo único de utilidad geográfica que en ella se añade a lo que ya hemos dicho aquí, es que San Ciprián estaba situado “a orillas del Sil, bajo el monte Penso”.
¿Cuál puede ser ese monte? Dado que, como ya hemos visto, San Ciprián está al sur de San Miguel y San Lorenzo, pudiera pensarse que el monte fuese ese en cuyo centro se ve en una de las fotos anteriores enclavado San Víctor (y en cuyas laderas están también San Lorenzo, San Miguel y San Adrián):
Pero yo no me atrevo asegurar que lo sea, entre otras cosas porque no soy capaz de imaginar una zona de la ladera de la montaña, hacia la parte del Mao, fuera de las que ocupan San Lorenzo y San Miguel, en la que pueda haberse edificado un monasterio, y menos aún un monasterio con un mínimo de tierras apropiadas para que los monjes se labrasen en ellas su sustento. Aunque no conozco exhaustivamente la montaña, no creo que haya un sitio con más espacio que el propio San Víctor, y ese espacio me parece harto insuficiente para un monasterio, por más pequeño que quiera imaginármelo.
Miguel Ángel González García dice en su artículo antes citado, basándose en documentos del Archivo de la Catedral de Orense, que hubo en la comarca, con posterioridad al siglo XII, una “iglesia parroquial de San Cibrao da Pena”, situada en lugar indeterminado, que quizá pudiese corresponder a nuestro monasterio. Y al tratar de buscarle ubicación, aventura como posible para ella, y por tanto para San Ciprián, el actual lugar de Pena, en la feligresía de Santa María de Chandrexa.
Encontrándose San Ciprián al sur de San Lorenzo, y el citado lugar de Pena, en cambio, a orillas del Sil a más de cuatro kilómetros al oeste de San Adrián, tal ubicación para el monasterio medieval me parece improbable. Imposible no es, porque podría pensarse que el territorio de San Ciprian, aún empezando en el Mao al sur del de San Miguel, fuese más largo que el de San Lorenzo y el de San Adrián para llegar al Sil al oeste del territorio de ambos. Pero aún no siendo imposible, una tal distribución no me parece muy verosímil.
Si hay que elegir llevar San Ciprián tan lejos de la zona de San Víctor, otra posibilidad podría ser (puesto que tiene que estar al sur de San Lorenzo) la de subirlo hacia Senra o Forcas. Pero esto tiene el inconveniente de alejarlo del Sil, cosa que no puede hacerse demasiado ya que el documento de 1170 dice que estaba a orillas del Sil.
Volviendo a esa parroquia de San Cibrán da Pena, los datos que Miguel Ángel González García proporciona, me parecen, cuando menos, curiosos. Según él, pertenecían a esa parroquia los lugares de Escalada, Espartida, Margarida y Pradomao. Escalada desconozco donde se encuentra (salvo que sea As Escavadas, al lado de Senra), pero los otros tres nombres aparecen señalizados en el siguiente mapa:
Espartida está (escrito como As Partidas) junto a la desembocadura del Mao; Margarida, cerca de San Lorenzo, y Pradomao mucho más al sur: junto al embalse de Edrada. La parroquia en cuestión llegaría, según esto, desde Pradomao hasta la desembocadura del Mao en el Sil, y también hasta el lugar de Pena. Mucha extensión parece para una parroquia. Sin embargo, yo tengo, en realidad, información adicional que tiende a corroborar estas largas distancias, sino hasta Pena, sí al menos desde la zona de Pradomao hasta la zona de San Lorenzo. Se trata de lo siguiente. En el verano de 1995 (cuando recababa datos para reconstruir el itinerario de la “vereda maiore” de Astorga hacia el castillo de Litoria) un anciano de Ivil me dijo que antiguamente los de esa aldea se iban a enterrar al cementerio de San Lorenzo. Debo confesar que esta información me pareció en aquel momento tan falta de sentido que no le presté mucha atención. Pero ahora, a la luz de lo que dice Miguel Ángel González, empieza a tener visos de verosimilitud.
Pondré aquí el punto final, al menos por el momento, a esta entrada del blog. Quedan cuestiones pendientes. Cuestiones en las que estoy convencido que se podrá avanzar sustancialmente en cuanto la documentación completa de Montederrramo esté publicada. Ojalá eso ocurra pronto. © Antón Rodicio 2010.
En la presente entrada del blog se avanzará en la solución de esta cuestión, señalando el emplazamiento de San Miguel y haciendo algunas reflexiones encaminadas a la localización de San Ciprián.
Comenzaré hablando de los dos monasterios cuya ubicación es ya conocida.
SAN LORENZO
En un documento de 1155 (reseñado por Luis Sanchez Belda en “Documentos reales de la Edad Media referentes a Galicia”, nº 281), el rey Fernando II concede a su capellán D. Rodrigo Menéndez el monasterio de San Lorenzo de Caldelas, cerca del Sil, entre los monasterios de San Ciprián y San Adrián: “… monasterio qui vocatur Sanctus Laurentius, et iacet in terra de Caldelas, loco certo, iuxta flumen quod dicitur Sil, inter duo monasteria, scilicet Sancti Cipriani et Sancti Adriani”.
Este es el monasterio de San Lorenzo al que nos referimos, y no hay duda de que estaba en el actual lugar de San Lorenzo,
sede de la iglesia parroquial de San Lorenzo de Barxacova.
El templo actual no parece ir más allá del siglo XVIII, pero tanto en sus muros
como en los de algunas casas del pueblo,
hay piedras que pertenecieron a edificios mucho más antiguos.
SAN ADRIÁN
De San Adrián, que acabó siendo el centro de las posesiones de Montederramo en esta zona de la ribera del Sil, es del que más información se conserva de los cuatro. Hay documentos de Celanova y de la catedral de Lugo que hablan de su importancia en el siglo X, e indican que ya existía como monasterio en el siglo VIII. Su independencia duró, como ya hemos dicho, hasta el siglo XII. En 1168 ya estaba en poder de Montederramo: lo prueba un documento de Fernando II fechado en ese año, por el cual cota al abad Sancho y al monasterio de Montederramo ciertas propiedades que le había donado previamente, entre ellas: Junqueyra, San Adrián de Ribas de Sil, y Seoane de Cova. (Quiero señalar que yo no tuve ocasión hasta el momento de leer este documento que acabo de mencionar, y que tomo esta información de la página 20 del artículo de Miguel Ángel González García “Pequeños monasterios de la Tierra de Caldelas (Orense)”, Miscelánea Samonense. Homenaje al P. Maximino Arias, O.S.B., Lugo 2001).
Lo que queda en la actualidad de este monasterio de San Adrián se encuentra al borde mismo de la carretera de Parada del Sil a Castro Caldelas por la ribera del Sil, exactamente a la parte de arriba de la curva a la derecha anterior a donde sale de esta carretera la pista asfaltada que sube a San Lorenzo. Se conserva un edificio entero y vestigios medievales en otro. El edificio es el de los últimos tiempos de San Adrián como granja-priorato de Montederramo
y, según Juan Carlos Rivas Fernández (“Monasterios prerrománicos orensanos”, en “La Ribeira Sacra. Esencia de espiritualidad de Galicia”, Xunta de Galicia, 2005, pag. 64) se empezó a construir a mediados del siglo XVII. Los vestigios medievales: una ventana ajimezada y tres canecillos, están en la pared occidental de la casa recientemente restaurada que se encuentra al lado del anterior.
Joaquín Arias Sanjurjo, que visitó la zona en 1914 y escribió a raíz de esa visita un artículo en el Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense ese mismo año, dice que la casa estaba recién construida en aquel momento, y que se edificó en el solar de la iglesia del monasterio aprovechando (precisamente en esa pared occidental) parte de la fachada de la iglesia. Rivas Fernández señala, sin embargo, que ahí no estaba la iglesia sino el “cellarium” o “apotheca” medieval (es decir, la bodega y almacén de los víveres recogidos en esa zona de la ribera de la que San Adrián era el centro).
Arias Sanjurjo también habla de la existencia de los cimientos de lo que la tradición local de aquella época creía la capilla de las monjas, en lo cual quiere ver él una prueba de que el monasterio fue dúplice (de monjes y monjas). Y efectivamente lo fue, según se deduce de un documento estudiado por Antonio García Conde en el Boletín de la Comisión de Monumentos de Lugo (tomo 1, año 1942).
Ahora que ya hemos hablado de los dos monasterios cuya ubicación es conocida, pasemos a los otros dos.
SAN MIGUEL
Dice Juan Carlos Rivas Fernández en la página 65 de su artículo más arriba citado: «Todavía se habla de la antigua existencia por aquí, en estos términos de Sacardebois, de otro antiguo cenobio dedicado a San Miguel, al parecer femenino, pero del cual no se tienen más noticias». Ciertamente las noticias son escasas. Yo al menos no conozco otras que las contenidas en el documento de 1152 por el cual Alfonso VII dona este monasterio al de Montederramo (ver Luis Sanchez Belda, “Documentos reales de la Edad Media referentes a Galicia”, nº 260). Pero esta escasez no es obstáculo para que se pueda determinar con toda exactitud su ubicación. Y ello gracias a que el topónimo “San Miguel” se conservó en la zona hasta la actualidad (o al menos hasta hace catorce años), y a que los datos que aporta el documento son suficientes para comprobar que el topónimo corresponde verdaderamente al monasterio en cuestión.
El último día de agosto de 1996, en el transcurso de una visita de inspección por la zona, pregunté a una señora del pueblo de San Lorenzo, de unos sesenta años y de nombre Margarita, si conocía algún sitio por los alrededores que se llamase «San Miguel»; y ella, muy amablemente, me acompañó hasta el borde oriental del pueblo, y mirando hacia las viñas que descendían por la ladera de la margen izquierda del Mao, respondió a mi pregunta señalándome el sitio y dándome las indicaciones pertinentes para que pudiese llegar cómodamente hasta él. Al final de ese día, yo escribí en mi libreta de notas lo siguiente:
«San Miguel de Ribas de Sil estaba situado en la ladera de la montaña, a medio camino entre el pueblo de San Lorenzo y la carretera, entre las viñas.
»En su solar hay actualmente unas construcciones que los lugareños llaman “chozos”. Uno de ellos sobre todo sorprende por la perfección y el grosor de sus muros. Esos chozos eran usados para guardar los aperos de labranza de las viñas. Hoy están abandonados y, como muy poco, ya sin tejado.
«Las piedras de los muros de las viñas en las proximidades llaman la atención por su labra y su regularidad.
«Me informaron de que por allí se veían aún recientemente sepulturas antropomorfas, del tipo de las de San Víctor. Hoy quizá existan aún, ocultas entre la maleza.
«Es todo cuanto queda del antiguo monasterio donado por Alfonso VII a Montederramo en el siglo XII.»
En la siguiente foto, tomada desde el mirador de Cristosende, se señala con exactitud el lugar:
y en esta otra, aérea, procedente de Google Earth, además de San Miguel y San Lorenzo, aparece también San Adrián:
A continuación, uno de los “chozos”:
un muro:
y una piedra de las que no son habituales en los muros de las viñas, y que quizá proceda del monasterio de San Miguel:
La documentación completa del monasterio de Montederramo sigue sin ser publicada, pero el ya citado documento de 1152 de la donación por Alfonso VII de San Miguel de Ribas de Sil, lo publicó B. Paradela en el tomo X del Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense. En ese documento se lee que la donación es:
“… cum omnibus suis directuris sicuti exterminat cum illo monasterio sancti Cipriani et sancti Laurentii et sancti Adriani, et exinde sicuti vadit ad fluuium de Sil; exinde sicuti uadit ad fluuium de omau et sicut discurrit fluui de omau usque ad Sil”.
De esta información se sigue (teniendo en mente lo que ya hemos dicho sobre la ubicación de San Lorenzo y San Adrián, y también el hecho de que San Lorenzo está entre San Ciprián y San Adrián), que el territorio del monasterio de San Miguel limitaba, sucesivamente, con el territorio del monasterio de San Ciprián, el de San Lorenzo y el de San Adrián hasta el río Sil; luego el límite seguía por el Sil, aguas arriba, hasta llegar al Mao; y a continuación, por el Mao, también aguas arriba, hasta cerrar la demarcación en el punto en que comenzó.
A continuación pondré un croquis de la situación de San Miguel con respecto a los otros tres monasterios y a los ríos Mao y Sil, sin pretender ninguna exactitud en las distancias ni en las formas, sino sólo en la posiciones relativas:
Para tener más exactitud (e incluso para saber si San Adrián llegaba o no llegaba realmente al río Sil, que yo me imagino que sí, pero no lo sé seguro porque, como dije más arriba, no he tenido ocasión de leer entero el documento de Fernando II de 1168) haría falta más información de la que yo dispongo en estos momentos. La documentación completa del monasterio de Montederramo sería seguramente de gran utilidad a este respecto (¡y a otros muchos!) si estuviese publicada.
SAN CIPRIÁN
Con San Miguel ya ubicado, intentaré decir ahora alguna cosa sobre la ubicación de San Ciprián, pero antes no estará de más dedicar unas palabras a San Víctor (cuyo nombre ya apareció dos veces en la presente entrada: una en el texto y otra en una foto).
San Víctor fue descubierto para la civilización, tanto en su vertiente de santuario como en la de necrópolis altomedieval, por Joaquín Arias Sanjurjo en su artículo de 1914 del Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense, más arriba citado.
Arias llegó aquí bajando, poco menos que monte a través, desde la parte de Forcas y Senra, pero hoy lo más cómodo es ir en coche hasta San Lorenzo y seguir luego unos quinientos metros por un sendero que no presenta ninguna dificultad. Si se accede de este modo, lo primero que se divisa, cuando el sendero aún está a dos curvas de él, es el peñasco en cuya cima se levantó el santuario:
En el punto donde la peña se une a la montaña se forma una reducida plazoleta,
y un poco más allá quedan a la vista, en el suelo, tres tumbas talladas en la roca y orientadas perfectamente hacia el este:
Arias dice que por donde están estas tres vio unas siete más, las cuales seguramente seguirán ahí bajo la espesa maleza actual.
El peñasco tiene unos siete u ocho metros de altura sobre la plazoleta. Su cima es aproximadamente rectangular, de cinco metros de largo por cuatro de ancho, más o menos. En el acceso a esa cima se aprecia claramente donde estuvo la puerta de entrada a la capilla:
Cuando Arias estuvo allí ya nada quedaba de la edificación. Un anciano le contó que en su juventud la había destruido en unión con otros mozos, arrojando las piedras de los muros, que tendrían la altura de una persona, por el precipicio de más de cien metros que rodea la peña por todas partes salvo por el lado de la plazoleta.
Lo más llamativo de lo que ahora hay en la cima es una sepultura análoga a las tres anteriores, pero mejor conservada, al menos en lo que a la profundidad se refiere, y que estuvo en el interior del santuario:
A la derecha de ella, pero fuera ya del santuario, hay otra en mucho peor estado de conservación:
Después de estas palabras sobre San Víctor, pasemos ya a San Ciprián, y al problema de la ubicación de su solar, el único de los cuatro que ahora resta desconocido.
La donación de este monasterio al de Montederramo la llevó a cabo Fernando II en 1170. La reseña del correspondiente documento (que como el de San Adrián yo tampoco he tenido ocasión de leer en su totalidad) la publica Julio González en la pag. 413 de su libro “Regesta de Fernando II” (Madrid, 1943), y lo único de utilidad geográfica que en ella se añade a lo que ya hemos dicho aquí, es que San Ciprián estaba situado “a orillas del Sil, bajo el monte Penso”.
¿Cuál puede ser ese monte? Dado que, como ya hemos visto, San Ciprián está al sur de San Miguel y San Lorenzo, pudiera pensarse que el monte fuese ese en cuyo centro se ve en una de las fotos anteriores enclavado San Víctor (y en cuyas laderas están también San Lorenzo, San Miguel y San Adrián):
Pero yo no me atrevo asegurar que lo sea, entre otras cosas porque no soy capaz de imaginar una zona de la ladera de la montaña, hacia la parte del Mao, fuera de las que ocupan San Lorenzo y San Miguel, en la que pueda haberse edificado un monasterio, y menos aún un monasterio con un mínimo de tierras apropiadas para que los monjes se labrasen en ellas su sustento. Aunque no conozco exhaustivamente la montaña, no creo que haya un sitio con más espacio que el propio San Víctor, y ese espacio me parece harto insuficiente para un monasterio, por más pequeño que quiera imaginármelo.
Miguel Ángel González García dice en su artículo antes citado, basándose en documentos del Archivo de la Catedral de Orense, que hubo en la comarca, con posterioridad al siglo XII, una “iglesia parroquial de San Cibrao da Pena”, situada en lugar indeterminado, que quizá pudiese corresponder a nuestro monasterio. Y al tratar de buscarle ubicación, aventura como posible para ella, y por tanto para San Ciprián, el actual lugar de Pena, en la feligresía de Santa María de Chandrexa.
Encontrándose San Ciprián al sur de San Lorenzo, y el citado lugar de Pena, en cambio, a orillas del Sil a más de cuatro kilómetros al oeste de San Adrián, tal ubicación para el monasterio medieval me parece improbable. Imposible no es, porque podría pensarse que el territorio de San Ciprian, aún empezando en el Mao al sur del de San Miguel, fuese más largo que el de San Lorenzo y el de San Adrián para llegar al Sil al oeste del territorio de ambos. Pero aún no siendo imposible, una tal distribución no me parece muy verosímil.
Si hay que elegir llevar San Ciprián tan lejos de la zona de San Víctor, otra posibilidad podría ser (puesto que tiene que estar al sur de San Lorenzo) la de subirlo hacia Senra o Forcas. Pero esto tiene el inconveniente de alejarlo del Sil, cosa que no puede hacerse demasiado ya que el documento de 1170 dice que estaba a orillas del Sil.
Volviendo a esa parroquia de San Cibrán da Pena, los datos que Miguel Ángel González García proporciona, me parecen, cuando menos, curiosos. Según él, pertenecían a esa parroquia los lugares de Escalada, Espartida, Margarida y Pradomao. Escalada desconozco donde se encuentra (salvo que sea As Escavadas, al lado de Senra), pero los otros tres nombres aparecen señalizados en el siguiente mapa:
Espartida está (escrito como As Partidas) junto a la desembocadura del Mao; Margarida, cerca de San Lorenzo, y Pradomao mucho más al sur: junto al embalse de Edrada. La parroquia en cuestión llegaría, según esto, desde Pradomao hasta la desembocadura del Mao en el Sil, y también hasta el lugar de Pena. Mucha extensión parece para una parroquia. Sin embargo, yo tengo, en realidad, información adicional que tiende a corroborar estas largas distancias, sino hasta Pena, sí al menos desde la zona de Pradomao hasta la zona de San Lorenzo. Se trata de lo siguiente. En el verano de 1995 (cuando recababa datos para reconstruir el itinerario de la “vereda maiore” de Astorga hacia el castillo de Litoria) un anciano de Ivil me dijo que antiguamente los de esa aldea se iban a enterrar al cementerio de San Lorenzo. Debo confesar que esta información me pareció en aquel momento tan falta de sentido que no le presté mucha atención. Pero ahora, a la luz de lo que dice Miguel Ángel González, empieza a tener visos de verosimilitud.
Pondré aquí el punto final, al menos por el momento, a esta entrada del blog. Quedan cuestiones pendientes. Cuestiones en las que estoy convencido que se podrá avanzar sustancialmente en cuanto la documentación completa de Montederrramo esté publicada. Ojalá eso ocurra pronto. © Antón Rodicio 2010.
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lunes, 17 de mayo de 2010
El porto Senabreca y el camino antiguo que por él pasaba
El porto Senabreca fue descubierto para la civilización como el más fácil y el principal punto de paso del cañón del Sil, en mi artículo “El porto Senabreca y la posible vía romana Chaves-Monforte”, publicado en la revista de la Diputación de Orense “Raigame”, nº 10, año 2000, pags. 16-23 (después de que el Consejo de Redacción de la propia revista lo tradujese al gallego para adecuarlo a sus normas de publicación).
Este porto se encuentra situado en la última curva a la izquierda que da el río Sil antes de la presa del embalse de San Esteban, donde desemboca el arroyo de Lamateiro por la parte orensana y el de Camilo por la lucense.
Aparece mencionado como “Sanabreca” y “Senabreca” en el privilegio de restauración del monasterio de San Esteban de Ribas de Sil, otorgado por Ordoño II en el año 921 (ver el documento nº 1 del libro de Emilio Duro Peña sobre el monasterio de San Esteban de Ribas de Sil), como “Senabrega” en la confirmación de dicho privilegio por Alfonso IX en el año 1214 (ver el documento nº 11 del citado libro), y como “Seabrega” en 1517 (ver documento 291). A estas referencias se puede añadir también la mención de una iglesia de “Sancti Petri de Sanabrega” en el documento más antiguo conservado del monasterio de Santa Cristina de Ribas del Sil, año 876 (ver Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense, tomo III, nº 48, Enero y Febrero de 1906).
La forma actual del topónimo es Xabrega, y ese nombre se aplica tanto a la parte lucense como a la orensana.
En cuanto a la etimología, ya dije en mi artículo antes mencionado que ”Senabreca” alude a un castro o poblado fortificado en una montaña.
Ese castro lo situé en la margen derecha del Sil, ese decir, la lucense, concretamente en la colina por cuya ladera oriental llega al Sil el arroyo de Camilo, y a la que llaman “O cotarro do castro”.
De que en ese sitio existió un castro, no hay ninguna duda. En el transcurso de las obras que en la base del “cotarro” se hicieron hacia finales del siglo pasado para ubicar uno de los embarcaderos del catamarán que surca el cañón del Sil, se encontraron restos antiguos, entre ellos molinos de mano. Pero no es necesario recurrir a lo que allí pueda haber enterrado o cubierto por la maleza: con lo que hay a la vista es más que suficiente para convencerse. Por toda la ladera occidental se ven multitud de piedras,
algunas de ellas decoradas con motivos geométricos,
y muchas aprovechadas para los muros de los bancales de las viñas.
Todas estas piedras provienen, evidentemente, de las viviendas y de las murallas del castro. Salta a la vista que el tamaño de las piedras y el espesor de los muros de los bancales es directamente proporcional a la distancia al castro. Y hay sitios, como en la bajada hacia el arroyo de Camilo por la ladera noroccidental,
en que el grosor y la altura de los muros es tan desproporcionado para lo que necesitan las viñas,
que parece como si quienes los construyeron no supiesen que hacer con tanta piedra y tuviesen que amontonarla para hacerle sitio a las cepas.
Además de este castro de la margen lucense del Sil del que ya hablé en mi artículo citado, se encuentran en la margen orensana los restos de lo que parece haber sido otro núcleo de población, al que podría aludir también el topónimo Xábrega, y que no mencioné en el artículo por ser en aquel momento desconocido para mí. Me refiero a la zona que las gentes de Villar de Cerreda llaman “O corredor dos mouros”, y que es un rectángulo de unos 300 metros de largo por 50 de ancho, situado en la margen izquierda del arroyo de Lamateiro en un tramo próximo al final de su recorrido. Comienza en la llamada “Curva da ferradura”, que es la curva de 180 grados que en las proximidades del arroyo da la carretera que desde el pueblo de Loureiro baja hacia la central de San Esteban, y se extiende en dirección al Sil hasta una gran peña
que, por tener en su base un corredor que la circunda
(sobre un precipicio de más de 100 metros de altura), la llaman “O corredor dos mouros” y da nombre a toda la zona.
La parte interesante del rectángulo es su segunda mitad en dirección al Sil. Una cresta rocosa que la divide longitudinalmente es el único sitio por el que se puede caminar con cierta seguridad. Todo lo demás está cubierto de maleza. De la maleza sobresalen, a un lado y a otro, peñas entre las que se adivinan grandes desniveles. Más allá está el abismo, imponente hacia el arroyo, pero también considerable hacia el lado opuesto.
Lo más llamativo son las ruinas de una construcción cuadrada, de gruesos muros de piedra, que las personas de más edad de Villar de Cerreda dicen que lleva ahí desde tiempo inmemorial, y que diferencian perfectamente de los restos de “chozas” y “sequeiros” (de muros mucho más sencillos y piedras mucho más pequeñas) que hay por la ribera. Estas ruinas están próximas al borde del rectángulo por la parte opuesta al arroyo, al lado de una peña que tiene una oquedad hacia un precipicio de 10 o 15 metros de altura. Al conjunto de las ruinas y la peña le llaman “A cociña dos mouros”.
Al parecer hay más ruinas de este tipo, aunque en peor estado de conservación, en esta segunda mitad del rectángulo; pero la presente es la única que la maleza deja al descubierto.
A la vista de todo esto es inevitable sospechar que estamos ante los restos de un castro (tal vez más pequeño que el de la margen opuesta del Sil). Un dato toponímico adicional de esta zona concreta, contribuye a intensificar esta sospecha. El nombre con el que las gentes de Villar conocen al arroyo de Lamateiro en esta última parte de su curso, es “regato de Castrelo”; y el topónimo “Castrelo” significa “castro pequeño”.
Otro punto importante de esta margen orensana del Sil, es la zona llamada Pedome, situada enfrente de “O corredor dos mouros”, al otro lado del arroyo y a mucha mayor altura, y perteneciente al vecino pueblo de Santiago de Cerreda.
(La siguiente foto muestra una vista de “O corredor dos mouros" desde Pedome.)
La procedencia del nombre “Pedome” no está del todo clara. Es posible que tenga relación con la huella de un pie humano; de hecho hay un lugar en esa zona que recibe el nombre de “As pisadas de Nuestro Señor”.
Al igual que en el caso de “O corredor dos mouros” y del castro de la margen lucense, se cuentan sobre Pedome infinidad de leyendas de mouros, y en particular, de las luchas de Santiago contra ellos. En Pedome hay incluso una piedra en la que están, según una de estas leyendas, las marcas dejadas por los golpes de la espada del apóstol en el transcurso de esas luchas.
Por otra parte, hay también en Pedome, en la ladera oriental, una “Cova dos mouros” aún por explorar.
En este porto Senabreca hubo una barca para atravesar el Sil hasta que la construcción del embalse, en la década de los 50 del siglo pasado, cortó la estrecha comunicación que siempre había habido entre las dos márgenes. Los de la parte orensana utilizaban esa barca para ir, entre otros sitios, a la feria de Sober, y los de la parte lucense para peregrinar a la ermita de la Virgen del Monte y al santuario de Los Milagros, del que eran muy devotos.
En Santiago de Cerreda se conserva memoria de que «antiguamente» en las épocas en que el río traía poco caudal, se ponían en este lugar unos tablones sobre unas barcas y de ese modo se lo podía atravesar más cómodamente.
¿Hubo alguna vez un puente en ese porto, un puente de verdad, más allá de ese esporádico puente de barcas? Entre las leyendas de Pedome que no hacen referencia a Santiago, hay una que se acerca a esta cuestión. Se trata de la del gallo blanco y el gallo negro, que yo oí contar muchas veces en mi infancia en Santiago de Cerreda. Según esta leyenda, los mouros consideraron la posibilidad de construir un puente desde Pedome hacia la parte de Lugo, y para decidir si llevarían o no a cabo la obra, recurrieron a dos gallos, uno blanco y otro negro. Construirían el puente si cantaba el gallo blanco. Pero he aquí que cantó el gallo negro, y por tanto la construcción no se realizó.
Muchos años después de haber oído esta leyenda me enteré de que hacía referencia a un hecho real. En efecto, como ya he dicho en mi artículo más arriba mencionado, los vecinos de más edad de Villar de Cerreda atestiguan que en el fondo del embalse se encuentran los pilares de un puente cuya construcción no llegó a finalizarse. Le llamaban “O pear da ponte” al pilar que está de su lado, y las gentes de la otra margen del Sil le llamaban de modo similar al que está del suyo.
A pesar de estar en desacuerdo con la leyenda y con lo que dicen los vecinos, puede uno preguntarse si esos pilares no corresponderán realmente a un puente que estuvo en funcionamiento y después se arruinó, en lugar de a un puente cuya construcción no llegó a finalizarse. La respuesta a esta pregunta, la ignoro. Y también ignoro a qué época pueden corresponder esos pilares, que yo nunca vi.
¿Y para qué camino importante se pensó ese puente? Probablemente para una vía romana que partiendo de Chaves (Portugal) y pasando por Verín, subiese hasta la ermita de la Virgen del Monte, bien por la falda de la sierra de San Mamed y Pardeconde, o bien por las proximidades del santuario de Los Milagros, Maceda y el Alto do Couso, para bajar después por Parada Seca y Villar de Cerreda a este porto Senabreca, y continuar desde aquí hacia Monforte con posible prolongación a Lugo. Esto es lo que traté de argumentar en mi artículo. Y aunque en él me incliné más por la posibilidad de la falda de la sierra de San Mamed y Pardeconde que por Los Milagros y Maceda, la verdad es que las dos me siguen pareciendo interesantes y verosímiles.
AGRADECIMIENTO:
A Rocío Rodicio Incio, vecina de Villar de Cerreda, a quien oí hablar por primera vez de “O corredor dos mouros”, por proporcionarme información sobre ese lugar (recogida en Villar de Cerreda) y por acompañarme en una visita a él el 13-5-2010.
Este porto se encuentra situado en la última curva a la izquierda que da el río Sil antes de la presa del embalse de San Esteban, donde desemboca el arroyo de Lamateiro por la parte orensana y el de Camilo por la lucense.
Aparece mencionado como “Sanabreca” y “Senabreca” en el privilegio de restauración del monasterio de San Esteban de Ribas de Sil, otorgado por Ordoño II en el año 921 (ver el documento nº 1 del libro de Emilio Duro Peña sobre el monasterio de San Esteban de Ribas de Sil), como “Senabrega” en la confirmación de dicho privilegio por Alfonso IX en el año 1214 (ver el documento nº 11 del citado libro), y como “Seabrega” en 1517 (ver documento 291). A estas referencias se puede añadir también la mención de una iglesia de “Sancti Petri de Sanabrega” en el documento más antiguo conservado del monasterio de Santa Cristina de Ribas del Sil, año 876 (ver Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense, tomo III, nº 48, Enero y Febrero de 1906).
La forma actual del topónimo es Xabrega, y ese nombre se aplica tanto a la parte lucense como a la orensana.
En cuanto a la etimología, ya dije en mi artículo antes mencionado que ”Senabreca” alude a un castro o poblado fortificado en una montaña.
Ese castro lo situé en la margen derecha del Sil, ese decir, la lucense, concretamente en la colina por cuya ladera oriental llega al Sil el arroyo de Camilo, y a la que llaman “O cotarro do castro”.
De que en ese sitio existió un castro, no hay ninguna duda. En el transcurso de las obras que en la base del “cotarro” se hicieron hacia finales del siglo pasado para ubicar uno de los embarcaderos del catamarán que surca el cañón del Sil, se encontraron restos antiguos, entre ellos molinos de mano. Pero no es necesario recurrir a lo que allí pueda haber enterrado o cubierto por la maleza: con lo que hay a la vista es más que suficiente para convencerse. Por toda la ladera occidental se ven multitud de piedras,
algunas de ellas decoradas con motivos geométricos,
y muchas aprovechadas para los muros de los bancales de las viñas.
Todas estas piedras provienen, evidentemente, de las viviendas y de las murallas del castro. Salta a la vista que el tamaño de las piedras y el espesor de los muros de los bancales es directamente proporcional a la distancia al castro. Y hay sitios, como en la bajada hacia el arroyo de Camilo por la ladera noroccidental,
en que el grosor y la altura de los muros es tan desproporcionado para lo que necesitan las viñas,
que parece como si quienes los construyeron no supiesen que hacer con tanta piedra y tuviesen que amontonarla para hacerle sitio a las cepas.
Además de este castro de la margen lucense del Sil del que ya hablé en mi artículo citado, se encuentran en la margen orensana los restos de lo que parece haber sido otro núcleo de población, al que podría aludir también el topónimo Xábrega, y que no mencioné en el artículo por ser en aquel momento desconocido para mí. Me refiero a la zona que las gentes de Villar de Cerreda llaman “O corredor dos mouros”, y que es un rectángulo de unos 300 metros de largo por 50 de ancho, situado en la margen izquierda del arroyo de Lamateiro en un tramo próximo al final de su recorrido. Comienza en la llamada “Curva da ferradura”, que es la curva de 180 grados que en las proximidades del arroyo da la carretera que desde el pueblo de Loureiro baja hacia la central de San Esteban, y se extiende en dirección al Sil hasta una gran peña
que, por tener en su base un corredor que la circunda
(sobre un precipicio de más de 100 metros de altura), la llaman “O corredor dos mouros” y da nombre a toda la zona.
La parte interesante del rectángulo es su segunda mitad en dirección al Sil. Una cresta rocosa que la divide longitudinalmente es el único sitio por el que se puede caminar con cierta seguridad. Todo lo demás está cubierto de maleza. De la maleza sobresalen, a un lado y a otro, peñas entre las que se adivinan grandes desniveles. Más allá está el abismo, imponente hacia el arroyo, pero también considerable hacia el lado opuesto.
Lo más llamativo son las ruinas de una construcción cuadrada, de gruesos muros de piedra, que las personas de más edad de Villar de Cerreda dicen que lleva ahí desde tiempo inmemorial, y que diferencian perfectamente de los restos de “chozas” y “sequeiros” (de muros mucho más sencillos y piedras mucho más pequeñas) que hay por la ribera. Estas ruinas están próximas al borde del rectángulo por la parte opuesta al arroyo, al lado de una peña que tiene una oquedad hacia un precipicio de 10 o 15 metros de altura. Al conjunto de las ruinas y la peña le llaman “A cociña dos mouros”.
Al parecer hay más ruinas de este tipo, aunque en peor estado de conservación, en esta segunda mitad del rectángulo; pero la presente es la única que la maleza deja al descubierto.
A la vista de todo esto es inevitable sospechar que estamos ante los restos de un castro (tal vez más pequeño que el de la margen opuesta del Sil). Un dato toponímico adicional de esta zona concreta, contribuye a intensificar esta sospecha. El nombre con el que las gentes de Villar conocen al arroyo de Lamateiro en esta última parte de su curso, es “regato de Castrelo”; y el topónimo “Castrelo” significa “castro pequeño”.
Otro punto importante de esta margen orensana del Sil, es la zona llamada Pedome, situada enfrente de “O corredor dos mouros”, al otro lado del arroyo y a mucha mayor altura, y perteneciente al vecino pueblo de Santiago de Cerreda.
(La siguiente foto muestra una vista de “O corredor dos mouros" desde Pedome.)
La procedencia del nombre “Pedome” no está del todo clara. Es posible que tenga relación con la huella de un pie humano; de hecho hay un lugar en esa zona que recibe el nombre de “As pisadas de Nuestro Señor”.
Al igual que en el caso de “O corredor dos mouros” y del castro de la margen lucense, se cuentan sobre Pedome infinidad de leyendas de mouros, y en particular, de las luchas de Santiago contra ellos. En Pedome hay incluso una piedra en la que están, según una de estas leyendas, las marcas dejadas por los golpes de la espada del apóstol en el transcurso de esas luchas.
Por otra parte, hay también en Pedome, en la ladera oriental, una “Cova dos mouros” aún por explorar.
En este porto Senabreca hubo una barca para atravesar el Sil hasta que la construcción del embalse, en la década de los 50 del siglo pasado, cortó la estrecha comunicación que siempre había habido entre las dos márgenes. Los de la parte orensana utilizaban esa barca para ir, entre otros sitios, a la feria de Sober, y los de la parte lucense para peregrinar a la ermita de la Virgen del Monte y al santuario de Los Milagros, del que eran muy devotos.
En Santiago de Cerreda se conserva memoria de que «antiguamente» en las épocas en que el río traía poco caudal, se ponían en este lugar unos tablones sobre unas barcas y de ese modo se lo podía atravesar más cómodamente.
¿Hubo alguna vez un puente en ese porto, un puente de verdad, más allá de ese esporádico puente de barcas? Entre las leyendas de Pedome que no hacen referencia a Santiago, hay una que se acerca a esta cuestión. Se trata de la del gallo blanco y el gallo negro, que yo oí contar muchas veces en mi infancia en Santiago de Cerreda. Según esta leyenda, los mouros consideraron la posibilidad de construir un puente desde Pedome hacia la parte de Lugo, y para decidir si llevarían o no a cabo la obra, recurrieron a dos gallos, uno blanco y otro negro. Construirían el puente si cantaba el gallo blanco. Pero he aquí que cantó el gallo negro, y por tanto la construcción no se realizó.
Muchos años después de haber oído esta leyenda me enteré de que hacía referencia a un hecho real. En efecto, como ya he dicho en mi artículo más arriba mencionado, los vecinos de más edad de Villar de Cerreda atestiguan que en el fondo del embalse se encuentran los pilares de un puente cuya construcción no llegó a finalizarse. Le llamaban “O pear da ponte” al pilar que está de su lado, y las gentes de la otra margen del Sil le llamaban de modo similar al que está del suyo.
A pesar de estar en desacuerdo con la leyenda y con lo que dicen los vecinos, puede uno preguntarse si esos pilares no corresponderán realmente a un puente que estuvo en funcionamiento y después se arruinó, en lugar de a un puente cuya construcción no llegó a finalizarse. La respuesta a esta pregunta, la ignoro. Y también ignoro a qué época pueden corresponder esos pilares, que yo nunca vi.
¿Y para qué camino importante se pensó ese puente? Probablemente para una vía romana que partiendo de Chaves (Portugal) y pasando por Verín, subiese hasta la ermita de la Virgen del Monte, bien por la falda de la sierra de San Mamed y Pardeconde, o bien por las proximidades del santuario de Los Milagros, Maceda y el Alto do Couso, para bajar después por Parada Seca y Villar de Cerreda a este porto Senabreca, y continuar desde aquí hacia Monforte con posible prolongación a Lugo. Esto es lo que traté de argumentar en mi artículo. Y aunque en él me incliné más por la posibilidad de la falda de la sierra de San Mamed y Pardeconde que por Los Milagros y Maceda, la verdad es que las dos me siguen pareciendo interesantes y verosímiles.
AGRADECIMIENTO:
A Rocío Rodicio Incio, vecina de Villar de Cerreda, a quien oí hablar por primera vez de “O corredor dos mouros”, por proporcionarme información sobre ese lugar (recogida en Villar de Cerreda) y por acompañarme en una visita a él el 13-5-2010.
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