lunes, 3 de octubre de 2011

El facho de la Cabeza de la Meda

En Santiago de Cerreda oí hablar, hace muchos años y de modo más o menos fantástico, de que en la cumbre de la Cabeza de la Meda

hubo antiguamente un castillo, y que sus moradores se comunicaban por la noche con los del castillo de Monforte mediante señales luminosas. Posteriormente, vi que ese supuesto castillo se menciona, como posibilidad y muy de pasada, en la página 284 del artículo de Ángel del Castillo titulado “El castillo de Litoria”, publicado en el número 228 (año 1930) del Boletín de la Real Academia Gallega.

¿Qué puede haber de cierto sobre ese castillo? La verdad es que, pensándolo bien, un castillo en esa zona no tiene mucho sentido. La visibilidad desde allí es muy buena, eso sí, pero el lugar está lejos de cualquier zona importante habitada, y aunque se le quisiese relacionar con la llamada “vereda maiore” estudiada en la entrada de este blog de 5 de diciembre de 2009, que en la época altomedieval venía desde Astorga hacia el castillo de Litoria y que pasaba por la ladera norte de la Cabeza de la Meda, el hecho es que el camino queda lejos de la cumbre del monte y no se divisa desde ésta.

He preguntado en Paradellas, Cacharrequille y Rodicio, tres de los pueblos más cercanos al sitio en cuestión, y las respuestas no son concluyentes. Los habitantes de más edad de esos pueblos hablan de los restos de una construcción de planta circular y muy poca altura, levantada en “piedra de cantería” y con una escalera por la parte interior, y dicen que estaba situada a pocos metros de donde ahora se encuentra la antena de televisión (me refiero a la primera que se construyó en ese monte),

hacia la parte de la señal del vértice geodésico. Pero esas mismas personas se niegan categóricamente a identificar, por su exigüidad, tal construcción con un castillo.

Uno de mis informantes (un señor de unos ochenta años, de nombre Rosendo Fuentes García, que nació y se crió en Paradellas y cuidó con frecuencia, de niño y adolescente, el ganado en esa zona) me contó, por ejemplo, que dicha construcción circular mediría unos dos metros de alto, y que uno de los pasatiempos de los niños que como él subían allí con el ganado, era encaramarse a lo alto y dedicarse a tirar sus piedras abajo.

En la actualidad nada queda sobre el terreno ni de la construcción ni de las piedras que la componían, las cuales desconozco a dónde habrán ido a parar.

Un castillo parece, pues, demasiado dudoso para este lugar; pero si no a un castillo, ¿a qué pudo corresponder o qué pudo ser esa construcción de planta circular y “piedra de cantería”? Afortunadamente viene aquí en nuestra ayuda un apeo del Monasterio de Xunqueira de Espadañedo, del año 1703 (conservado en el Archivo Histórico Provincial de Orense: Libro 786 de la sección del Clero), que habla de una “casarella en redondez que llaman el orno del facho”, situada en “lo más alto de la sierra y Cabeza de Meda”.

¿Y a qué se refiere la expresión “orno del facho” que aparece en este documento escrito? Según el Diccionario de la Real Academia Gallega, la palabra “facho” se aplica a un manojo de paja atado que se enciende para alumbrar cuando se anda en la oscuridad, y antiguamente se refería también al fuego que se encendía en la cumbre de un monte cercano a la costa para guía de marineros. Un ejemplo de esto último sobrevive aún, con la correspondiente construcción circular de “piedra de cantería”, en el llamado Monte do Facho de la parroquia de Donón, en la península del Morrazo.

Este horno del facho de la Cabeza de la Meda era, pues, el lugar de una hoguera, de paja o de otros materiales, encendida no, evidentemente, para guiar marineros ni barcos, sino para transmitir señales luminosas nocturnas, y seguramente también señales diurnas, usando en ese caso paja mojada que produjese abundante humo.

Y si ahí no había un castillo, ¿qué tipo de señales eran esas o qué finalidad tenían? La respuesta no creo que sea difícil de dar si se tiene en cuenta que desde el lugar en cuestión se divisan al menos tres castillos que no tienen comunicación visual directa entre sí: el castillo de Monforte, el castillo de Castro Caldelas y el castillo de Maceda. El facho de la Cabeza de la Meda tendría la finalidad de comunicar, mediante señales relacionadas con el fuego, estas tres fortalezas. © Antón Rodicio 2011.

martes, 10 de mayo de 2011

Un puente construido para la eternidad


El puente Bibey. Un puente levantado hace mil novecientos y pico años para el paso de carros y legiones romanas, y nunca reformado, ni restaurado ni reforzado, por el cual circulan hoy (y así llevan haciéndolo desde hace más de cien años) camiones sin límite de tonelaje.

La carretera que actualmente pasa por él es sólo una carretera comarcal: la que va de Puebla de Trives a La Rúa (en la provincia de Orense). Pero durante años (hasta que hace unos veinte se construyó la actual variante por Monforte de Lemos) formó parte de la carretera N-120, acceso centro a Galicia.

La vía romana para la que fue construido, era una de las cuatro vías que desde Bracara Augusta (la actual Braga, en Portugal) conducían a Asturica Augusta (Astorga), concretamente la llamada "Vía Nova" (Vía XVIII del Itinerario de Antonino). © Antón Rodicio 2011.

viernes, 8 de abril de 2011

El pico de Castro de Ares y la defensa del Grial

Saliendo de Quiroga por la carretera vieja de Monforte (la actual LU-933), después de pasar Espandariz, de atravesar la N-120 en O Pontido, y de dejar atrás Nocedo, se llega al Alto de Aldriz, en donde hay un desvío a la derecha para Vilar de Lor. De este alto sale también a la izquierda un sendero que, según indicación literal de las señales que allí se encuentran, conduce a «castro de Ares» o «Castro de Ares»: hay dos señales y mientras que en una la “c” es minúscula, en la otra todas las letras son mayúsculas.

Esta última precisión no es superflua (o, al menos, no del todo). Si se escribe «Castro de Ares», uno se está refiriendo, con esas tres palabras, a un topónimo; mientras que si se escribe «castro de Ares», entonces el topónimo es «Ares», y «castro» puede significar (según el Diccionario de la Real Academia Española) dos cosas: «poblado prerromano fortificado» o «altura donde hay vestigios de fortificaciones antiguas».

Que «Castro de Ares» sea un topónimo en la actualidad, no está del todo claro, pues si bien se usan expresiones como «mirador de Castro de Ares», también se usan otras como «el Castro de Ares», que por mucho que se escriba con “c” mayúscula no deja de llevar implícito que el topónimo es «Ares». En documentos de cierta antigüedad, como el Diccionario Madoz, aparece la expresión «pico de Castro de Ares», incidiendo sobre «Castro de Ares» como topónimo.

Por otra parte, la existencia de vestigios de fortificaciones antiguas en ese lugar al que conduce el sendero mencionado, es indudable, por lo que la expresión «castro de Ares» tiene perfecto sentido. En cuanto a la posibilidad de un poblado prerromano, si lo hubo debió ser muy pequeño, porque el espacio disponible es exiguo.

Pero tomemos el sendero y subamos ya a la cima del monte a ver lo que allí hay.

Con lo primero que nos encontramos es con un cartel

que informa, entre otras cosas, de las dimensiones de la parte susceptible de albergar construcciones: 70 metros de largo por 30 de ancho. Dice también el cartel que, debido a las actuaciones aquí realizadas, las características morfológicas y constructivas originales pasan en la actualidad totalmente desapercibidas. Y añade como ejemplo de esas actuaciones, la repoblación forestal a la que la cima fue sometida en el pasado (bien atestiguada por los numerosos tocones de pinos que permanecen en el lugar) y, lo que es mucho peor, el mirador que aquí se construyó.

Esto último, la construcción del mirador, un mirador de piedra, totalmente invasivo, de unos 12 metros de largo por 6 de ancho, es un hecho absolutamente lamentable (y sólo un ejemplo más de los estragos que pueden causar el hormigón, el asfalto y otros materiales de construcción en manos de determinados políticos).

Afortunadamente, esta deplorable construcción moderna no hizo desaparecer del todo los vestigios antiguos, los cuales sobreviven principalmente en forma de la base de una muralla de unos tres metros de ancho que rodea toda la cima por su parte occidental, y que puede corresponder a la muralla de protección del hipotético poblado, o a los muros de una fortaleza o castillo que aquí se levantase, o a ambas cosas.

Asomémonos ahora al infame mirador.

Estamos en la cumbre de la llamada Peña Sabel, sobre la desembocadura del río Lor en el Sil, a 600 metros de altitud. El punto de encuentro de los dos ríos se divisa perfectamente hacia la derecha, distinguiéndose también a su lado la torre de la iglesia de Santiago de Aguasmestas.

Hacia la izquierda, el valle del Sil se abre en una vista espectacular hacia San Clodio y Quiroga, con la carretera N-120 y la vía del ferrocarril Monforte-Palencia acoplándose en la medida de lo posible a los meandros del río, y cortándolos mediante los correspondientes viaductos cuando no hay otra alternativa.

Y justo enfrente, del otro lado del Sil, está la escarpada montaña por la que sube serpenteando la carretera que va hacia Torbeo y Castro Caldelas, y desde la cual, concretamente desde el llamado “Mirador do Ladeiro”, la peña en cuya cima nos encontramos ofrece la siguiente perspectiva:

La arqueología seguramente podría decirnos mucho sobre el pasado de esta cima que pisamos, si en ella se hiciesen las oportunas excavaciones (comenzando por la destrucción del nefando mirador). Pero a falta de arqueología, demos un repaso a lo poco que la historia nos transmite.

El Diccionario Madoz, ya mencionado (publicado entre 1846 y 1850), solamente dice que el pico de Castro de Ares tiene en su cumbre las ruinas de una fortaleza cuya historia es ignorada. Manuel Amor Meilán, en el Volumen IX, Tomo 2º, de la “Geografía General del Reino de Galicia” dirigida por F. Carreras y Candí, cita a Madoz y añade su convencimiento de que lo que aquí hubo fue «uno de los antiguos castros en que tanto abunda el país». Manuel Vázquez Seijas, en el Tomo VI de “Fortalezas de Lugo y su provincia”, cita a Amor Meilán sin añadir nada más.

El único, que yo sepa, que aporta un dato documental, que permite remontar la antigüedad de los vestigios al menos al siglo IX, es Joaquín Arias Sanjurjo. En efecto, en su artículo “Sobre a localización xeográfica do Sant-Grial”, publicado en el Tomo I de los “Archivos del Seminario de Estudios Gallegos” (año 1928), menciona un documento del siglo IX del monasterio de San Vicente del Pino (de Monforte de Lemos), en el cual, al delimitar el territorio de ese monasterio, se dice: «…totum per illam semita antiqua usque circa Lupos, et item pergit de alia parte Lor, usque ad cacumen montium que vocitant vilar planu, et concludet per verticem montium, et preveniat ad illas travesas inter Lor et Carioca, et per castro de Arias, et descendit ad flumen Syle et concludet per illum flumen usque intrat Lor in Syle, et inde per lagares deinde ad Penaalva…», y no hay duda de que el «castro de Arias» aquí mencionado es nuestro actual «Castro de Ares».

Esto es prácticamente todo, al menos hasta donde yo conozco, lo que se puede decir del Castro de Ares desde el punto de vista histórico. Lo único que falta para que sea todo, es tratar de responder a la pregunta de a dónde fue a parar la piedra de la construcción o construcciones que en este lugar hubo en otros tiempos, porque es evidente que aquí no está. La respuesta nos la da también, al menos en parte, Arias Sanjurjo en el artículo mencionado. Y esa respuesta está relacionada con el cercano viaducto de Rairos, sobre el río Sil, perteneciente a la línea (de ferrocarril) Monforte-Palencia, la cual pasa por la base de esta Peña Sabel, entre ella y el río Sil.

Arias Sanjurjo dice que ese puente

fue hecho en parte con la piedra de esta fortaleza. Y añade que, según le contaron los viejos de la zona, sus muros aún tenían cuatro o cinco metros de altura cuando sus materiales fueron aprovechados para el puente.

Para terminar sólo nos queda mencionar que este Castro de Ares, cuya historia es tan desconocida, y que se encuentra justo donde comienza el cañón del Sil, fue la fortaleza que Arias Sanjurjo imaginó levantada para la defensa del Grial, el cual se hallaría en algún punto no claramente determinado de la Ribera Sagrada.

AGRADECIMIENTO:
A Juan Quiroga Barro, buen conocedor de la zona, por darme indicaciones precisas y exhaustivas –mapa incluido- para llegar a Castro de Ares. © Antón Rodicio 2011.

jueves, 24 de marzo de 2011

Paisajes del alma: Santa Cristina de Ribas de Sil

Pinchando aquí se accederá a un texto que puede resultar interesante a los seguidores de este blog.

sábado, 12 de marzo de 2011

Lamento por un archivo

En la página 32 de su libro sobre San Esteban de Ribas de Sil, conjetura Emilio Duro Peña que el archivo del monasterio fue destruido completamente por un incendio en la segunda mitad del siglo XIV, o quizá antes. Trata de explicar así el hecho de que no se conserve ningún documento del cenobio desde el de su restauración por el rey Ordoño II, en el año 921, hasta la segunda mitad del siglo XII, concretamente hasta uno del rey Fernando II fechado en 1163.

La explicación parece lógica, y uno no puede menos que entonar un amargo lamento por tanta información perdida, por tantos y tantos hechos de dos siglos y medio de la historia de esta tierra -y de la historia de Galicia en general- que quedarán para siempre en el olvido. No hay más que hojear el Tumbo de Celanova, el de Samos, el de Sobrado de los Monjes…, para hacerse una idea de cuánto nos robó ese hipotético incendio.

¿Queda alguna esperanza de que las cosas puedan cambiar algún día? Como soñar no cuesta nada, soñemos que sí. Sobre todo teniendo en cuenta la insólita manera en que llegó a la civilización el Tumbo de Samos, y que, mencionada escuetamente por Manuel Lucas Álvarez en la página 8 de su transcripción del códice, podemos imaginar así:

Un buen día de la década de 1980 se presentó sin previo aviso en la Facultad de Geografía e Historia de Compostela un señor con un paquete debajo del brazo. Después de intercambiar con el bedel de la facultad unas palabras sobre el motivo de su visita, fue enviado al Departamento de Historia Medieval. Preguntó por el director, y en cuanto estuvo en su despacho le puso el paquete encima de la mesa y le dijo: «Aquí le traigo un libro manuscrito del que yo no soy capaz de leer ni una sola palabra, pero que a lo mejor tiene interés para usted». Y el director y los demás especialistas vieron entonces atónitos que allí estaba, procedente del desván de la casa de un particular de Sarria, el preciado códice que llevaba desaparecido desde la malhadada exclaustración de 1835.

En el caso de San Esteban no parece nada probable que un acontecimiento semejante vaya a tener nunca lugar, esto es, que de algún desván o de algún olvidado rincón de alguna otra estancia, salga a la luz la documentación de los dos siglos y medios de oscuridad mencionados. Pero para los amantes de la historia de esta tierra sería impagable que tal cosa sucediese. © Antón Rodicio 2011.