lunes, 17 de mayo de 2010

El porto Senabreca y el camino antiguo que por él pasaba

El porto Senabreca fue descubierto para la civilización como el más fácil y el principal punto de paso del cañón del Sil, en mi artículo “El porto Senabreca y la posible vía romana Chaves-Monforte”, publicado en la revista de la Diputación de Orense “Raigame”, nº 10, año 2000, pags. 16-23 (después de que el Consejo de Redacción de la propia revista lo tradujese al gallego para adecuarlo a sus normas de publicación).

Este porto se encuentra situado en la última curva a la izquierda que da el río Sil antes de la presa del embalse de San Esteban, donde desemboca el arroyo de Lamateiro por la parte orensana y el de Camilo por la lucense.

Aparece mencionado como “Sanabreca” y “Senabreca” en el privilegio de restauración del monasterio de San Esteban de Ribas de Sil, otorgado por Ordoño II en el año 921 (ver el documento nº 1 del libro de Emilio Duro Peña sobre el monasterio de San Esteban de Ribas de Sil), como “Senabrega” en la confirmación de dicho privilegio por Alfonso IX en el año 1214 (ver el documento nº 11 del citado libro), y como “Seabrega” en 1517 (ver documento 291). A estas referencias se puede añadir también la mención de una iglesia de “Sancti Petri de Sanabrega” en el documento más antiguo conservado del monasterio de Santa Cristina de Ribas del Sil, año 876 (ver Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense, tomo III, nº 48, Enero y Febrero de 1906).

La forma actual del topónimo es Xabrega, y ese nombre se aplica tanto a la parte lucense como a la orensana.

En cuanto a la etimología, ya dije en mi artículo antes mencionado que ”Senabreca” alude a un castro o poblado fortificado en una montaña.

Ese castro lo situé en la margen derecha del Sil, ese decir, la lucense, concretamente en la colina por cuya ladera oriental llega al Sil el arroyo de Camilo, y a la que llaman “O cotarro do castro”.

De que en ese sitio existió un castro, no hay ninguna duda. En el transcurso de las obras que en la base del “cotarro” se hicieron hacia finales del siglo pasado para ubicar uno de los embarcaderos del catamarán que surca el cañón del Sil, se encontraron restos antiguos, entre ellos molinos de mano. Pero no es necesario recurrir a lo que allí pueda haber enterrado o cubierto por la maleza: con lo que hay a la vista es más que suficiente para convencerse. Por toda la ladera occidental se ven multitud de piedras,

algunas de ellas decoradas con motivos geométricos,


y muchas aprovechadas para los muros de los bancales de las viñas.


Todas estas piedras provienen, evidentemente, de las viviendas y de las murallas del castro. Salta a la vista que el tamaño de las piedras y el espesor de los muros de los bancales es directamente proporcional a la distancia al castro. Y hay sitios, como en la bajada hacia el arroyo de Camilo por la ladera noroccidental,

en que el grosor y la altura de los muros es tan desproporcionado para lo que necesitan las viñas,


que parece como si quienes los construyeron no supiesen que hacer con tanta piedra y tuviesen que amontonarla para hacerle sitio a las cepas.

Además de este castro de la margen lucense del Sil del que ya hablé en mi artículo citado, se encuentran en la margen orensana los restos de lo que parece haber sido otro núcleo de población, al que podría aludir también el topónimo Xábrega, y que no mencioné en el artículo por ser en aquel momento desconocido para mí. Me refiero a la zona que las gentes de Villar de Cerreda llaman “O corredor dos mouros”, y que es un rectángulo de unos 300 metros de largo por 50 de ancho, situado en la margen izquierda del arroyo de Lamateiro en un tramo próximo al final de su recorrido. Comienza en la llamada “Curva da ferradura”, que es la curva de 180 grados que en las proximidades del arroyo da la carretera que desde el pueblo de Loureiro baja hacia la central de San Esteban, y se extiende en dirección al Sil hasta una gran peña

que, por tener en su base un corredor que la circunda

(sobre un precipicio de más de 100 metros de altura), la llaman “O corredor dos mouros” y da nombre a toda la zona.

La parte interesante del rectángulo es su segunda mitad en dirección al Sil. Una cresta rocosa que la divide longitudinalmente es el único sitio por el que se puede caminar con cierta seguridad. Todo lo demás está cubierto de maleza. De la maleza sobresalen, a un lado y a otro, peñas entre las que se adivinan grandes desniveles. Más allá está el abismo, imponente hacia el arroyo, pero también considerable hacia el lado opuesto.

Lo más llamativo son las ruinas de una construcción cuadrada, de gruesos muros de piedra, que las personas de más edad de Villar de Cerreda dicen que lleva ahí desde tiempo inmemorial, y que diferencian perfectamente de los restos de “chozas” y “sequeiros” (de muros mucho más sencillos y piedras mucho más pequeñas) que hay por la ribera. Estas ruinas están próximas al borde del rectángulo por la parte opuesta al arroyo, al lado de una peña que tiene una oquedad hacia un precipicio de 10 o 15 metros de altura. Al conjunto de las ruinas y la peña le llaman “A cociña dos mouros”.




Al parecer hay más ruinas de este tipo, aunque en peor estado de conservación, en esta segunda mitad del rectángulo; pero la presente es la única que la maleza deja al descubierto.

A la vista de todo esto es inevitable sospechar que estamos ante los restos de un castro (tal vez más pequeño que el de la margen opuesta del Sil). Un dato toponímico adicional de esta zona concreta, contribuye a intensificar esta sospecha. El nombre con el que las gentes de Villar conocen al arroyo de Lamateiro en esta última parte de su curso, es “regato de Castrelo”; y el topónimo “Castrelo” significa “castro pequeño”.

Otro punto importante de esta margen orensana del Sil, es la zona llamada Pedome, situada enfrente de “O corredor dos mouros”, al otro lado del arroyo y a mucha mayor altura, y perteneciente al vecino pueblo de Santiago de Cerreda.

(La siguiente foto muestra una vista de “O corredor dos mouros" desde Pedome.)

La procedencia del nombre “Pedome” no está del todo clara. Es posible que tenga relación con la huella de un pie humano; de hecho hay un lugar en esa zona que recibe el nombre de “As pisadas de Nuestro Señor”.

Al igual que en el caso de “O corredor dos mouros” y del castro de la margen lucense, se cuentan sobre Pedome infinidad de leyendas de mouros, y en particular, de las luchas de Santiago contra ellos. En Pedome hay incluso una piedra en la que están, según una de estas leyendas, las marcas dejadas por los golpes de la espada del apóstol en el transcurso de esas luchas.

Por otra parte, hay también en Pedome, en la ladera oriental, una “Cova dos mouros” aún por explorar.

En este porto Senabreca hubo una barca para atravesar el Sil hasta que la construcción del embalse, en la década de los 50 del siglo pasado, cortó la estrecha comunicación que siempre había habido entre las dos márgenes. Los de la parte orensana utilizaban esa barca para ir, entre otros sitios, a la feria de Sober, y los de la parte lucense para peregrinar a la ermita de la Virgen del Monte y al santuario de Los Milagros, del que eran muy devotos.

En Santiago de Cerreda se conserva memoria de que «antiguamente» en las épocas en que el río traía poco caudal, se ponían en este lugar unos tablones sobre unas barcas y de ese modo se lo podía atravesar más cómodamente.

¿Hubo alguna vez un puente en ese porto, un puente de verdad, más allá de ese esporádico puente de barcas? Entre las leyendas de Pedome que no hacen referencia a Santiago, hay una que se acerca a esta cuestión. Se trata de la del gallo blanco y el gallo negro, que yo oí contar muchas veces en mi infancia en Santiago de Cerreda. Según esta leyenda, los mouros consideraron la posibilidad de construir un puente desde Pedome hacia la parte de Lugo, y para decidir si llevarían o no a cabo la obra, recurrieron a dos gallos, uno blanco y otro negro. Construirían el puente si cantaba el gallo blanco. Pero he aquí que cantó el gallo negro, y por tanto la construcción no se realizó.

Muchos años después de haber oído esta leyenda me enteré de que hacía referencia a un hecho real. En efecto, como ya he dicho en mi artículo más arriba mencionado, los vecinos de más edad de Villar de Cerreda atestiguan que en el fondo del embalse se encuentran los pilares de un puente cuya construcción no llegó a finalizarse. Le llamaban “O pear da ponte” al pilar que está de su lado, y las gentes de la otra margen del Sil le llamaban de modo similar al que está del suyo.

A pesar de estar en desacuerdo con la leyenda y con lo que dicen los vecinos, puede uno preguntarse si esos pilares no corresponderán realmente a un puente que estuvo en funcionamiento y después se arruinó, en lugar de a un puente cuya construcción no llegó a finalizarse. La respuesta a esta pregunta, la ignoro. Y también ignoro a qué época pueden corresponder esos pilares, que yo nunca vi.

¿Y para qué camino importante se pensó ese puente? Probablemente para una vía romana que partiendo de Chaves (Portugal) y pasando por Verín, subiese hasta la ermita de la Virgen del Monte, bien por la falda de la sierra de San Mamed y Pardeconde, o bien por las proximidades del santuario de Los Milagros, Maceda y el Alto do Couso, para bajar después por Parada Seca y Villar de Cerreda a este porto Senabreca, y continuar desde aquí hacia Monforte con posible prolongación a Lugo. Esto es lo que traté de argumentar en mi artículo. Y aunque en él me incliné más por la posibilidad de la falda de la sierra de San Mamed y Pardeconde que por Los Milagros y Maceda, la verdad es que las dos me siguen pareciendo interesantes y verosímiles.

AGRADECIMIENTO:
A Rocío Rodicio Incio, vecina de Villar de Cerreda, a quien oí hablar por primera vez de “O corredor dos mouros”, por proporcionarme información sobre ese lugar (recogida en Villar de Cerreda) y por acompañarme en una visita a él el 13-5-2010.

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